El acoso, maltrato e intimidación son formas de discriminación que sufren miles de personas, adultos y niños, por el hecho de no pertenecer a una cultura hegemónica o contar con estereotipos físicos que impone la sociedad. “Este acoso no sólo es entre jóvenes y niños, sino también de adultos a niños y de profesores a estudiantes”, dijo la psicóloga Ruth Santiesteban.
Para la especialista los padres, madres e hijos que provienen del área rural que hablan una lengua materna, distinta al castellano, se sienten acosados, maltratados, intimidados y discriminados, precisamente, por su origen. Desde el momento de la matrícula escolar, cuando se les niega una vacante o sin previa evaluación pertinente a sus características socioculturales y lingüísticas, los ubican en grados inferiores con relación al grado de estudio que les corresponde según la institución de procedencia.
“Son de zona rural, son de escuelas bilingües, sólo saben quechua, no saben nada por eso lo bajaremos de grado (...)”, dijo, son frases de algunos directores, directoras, profesores de escuelas de algunos colegios considerados de prestigio en distritos y/o provincias.
Pero esto no queda ahí, si por suerte los niños del área rural logran una vacante con la respectiva y “justa” rebaja de grado de instrucción, éstos no reciben una educación que responda a sus características lingüísticas ni mucho menos culturales y son sometidos a una inmersión en un ambiente hostil, de rechazo y maltrato, lejos de que estas escuelas de prestigio propicien espacios de amabilidad y respeto a lo diverso. Algunos de sus docentes los clasifican entre “los niños del campo” y “los niños de ciudad” y esto es intimidación, maltrato, acoso y discriminación.
De acuerdo a la psicóloga, los prejuicios que se tienen de las “familias del campo” en estas escuelas lleva a etiquetarlas como pobres, sucias, alcohólicas incumplidas (cuando no compran los materiales que se pide para el aula), irresponsables (que sólo se preocupan de sus chacras y sus animales) analfabetas e ignorantes (no tienen noción de reglas de urbanidad ni de comportamiento) por eso sus hijos no aprenden rápido, no hablan castellano (razón muy buena para que repitan dos o tres años el mismo grado).
Según se supo, en las escuelas de las urbes algunos padres y madres de familia no permiten que sus hijos sean amigos de los niños de procedencia campesina.
Estas actitudes hacen que los compañeros insulten, maltraten, discriminen, hasta el extremo de agredirlos físicamente, a los niños y niñas que vienen de los territorios indígenas. Como reacción ante este acoso los niños, las niñas intentan ser “el otro”, llegan al extremo de negar el lugar de procedencia, sus padres, el idioma que hablan, sus costumbres, su comida, su vestido.
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