Un reciente spot publicitario de la empresa Unilever, el de los “metrodomésticos”, causó diversas reacciones y rompió esquemas en Cochabamba, al mostrar a un puñado de atractivos hombres en roles poco comunes en la televisión y en la vida real: lavando ropa, planchando y limpiando una casa.
Las críticas llovieron en algunos círculos conservadores de una sociedad que asume esas tareas como roles propios de una mujer y que condena a cualquier hombre que demuestre sensibilidad o alguna predisposición a compartir tareas o emociones etiquetadas como “femeninas”. Esta “condena” a los hombres que desarrollan masculinidades diferentes a la del “macho” común comienza en la infancia, en las familias y se evidencia en los colegios a través del bullying.
Alberto tiene 13 años y asiste a un colegio particular de la zona oeste de Cochabamba. Hijo de padres divorciados y criado únicamente por la madre y sus tías, es un muchacho cariñoso al que les gusta abrazar a las personas. Su forma de ser lo ha convertido en un objeto de las burlas de sus compañeros en cinco unidades educativas distintas por las que pasó en busca de un trato distinto.
“Mis compañeros casi ni me hablan, ellos dicen que no soy hombre, que soy un gay porque me gusta abrazar a la gente. Siempre he sido cariñoso porque me educaron así y me sale natural, pero ellos se ofenden si les abrazo, me hacen sentir muy mal”, relató Alberto.
Giovanna, la madre del adolescente sufre por esto. Cuenta que se divorció cuando el niño tenía tres años y lo educó de una forma distinta. “Le enseñé a ser detallista, a cocinar, a estar pendiente de apoyar a la gente, a expresarse libremente y a resolver conflictos conversando, jamás con violencia. Pensé que había hecho bien, pero ahora ya no estoy tan segura, porque sufro cuando me entero de que mi hijo tiene que enfrentar el rechazo, golpes y bullying, por ser diferente a sus compañeros”, comenta.
Alberto debe soportar que sus compañeros lo culpen de cuantos actos de malacrianza cometen ellos mientras el profesor escribe en la pizarra. Al volver del recreo, siempre descubre que le robaron los lápices, el estuche o que toda su mochila está en el basurero. A la salida del colegio, Alberto trata de irse acompañando a un profesor para evitar ataques.
Similar es la situación de Ferdin, de 14 años, en un colegio particular de la zona norte. Le gusta leer y el fútbol le aburre. El grupo de populares lo hostiga porque no sabe pelear y evita las riñas. “Mi padre dice que mi mamá me está castrando porque no me deja salir de la casa y hacerme hombre, pero a mí no me gusta pelear, me parece de cavernícolas. En mi colegio todos los días hay que probar ser hombre peleando, ¿acaso eso es ser hombre?”, cuestiona.
Leo tiene 15 años y estudia en un colegio fiscal de la zona sur. Él tampoco la tiene fácil. “No me atraen las fiestas, ni beber y tampoco fumar. No tengo chica porque tengo una meta en mi cabeza, trabajo y no quiero distraerme con esas cosas”. Sus compañeros le pegan papeles en su espalda que dicen “Quiero un macho”, “Necesito un hombre”.
Leo se enoja y dice que le da ganas de dejar el colegio y que se siente frustrado. Explica que quiere estudiar y ayudar a su madre que es golpeada por su padrastro. “Trabajo de todo en la calle para ahorrar y llevarme a mi mamá de acá, no me puedo distraer con nada, pero no me entienden y me molestan todo el tiempo, no los aguanto”.
Estas son realidades de las que nadie habla en los colegios. Se sabe que el bullying es frecuente, pero no se menciona que este tipo acoso es, en la mayoría de los casos, una manifestación extrema del machismo, en un intento por recuperar “el orden establecido” cuando percibe que sus premisas se están resquebrajando, según sociólogos y pensadores del mundo moderno que investigan en distintos países el surgimiento de nuevas masculinidades, diferentes a la del clásico macho.
“Quien altera el orden del patriarcado, del machismo, se expone a la violencia”, afirma la filósofa Ana de Miguel. Por eso, cuando las personas criadas en ambientes machistas detectan que mujeres o varones pretenden romper el orden de los roles ya establecidos, recurren al insulto, a la burla, a la ridiculización, al golpe para convencer, aunque sea por las malas, de darle continuidad al sistema patriarcal. Históricamente, los hombres han sufrido una gran presión social para responder a varios atributos como el ser fuertes, independientes, agresivos, activos, resistentes, capaces de soportar el dolor, de no mostrar emociones porque todo eso es considerado una debilidad. Por eso, desde esa lógica, Alberto es débil porque abraza y expresa sus emociones. Y es hostigado para que deje de ser de esa manera.
Qué es bullying.
Viene de la palabra bull que significa “toro” en inglés y hace referencia al acoso constante, a la intimidación sistemática que ejerce uno o más estudiantes de colegio sobre otro que es su par.
Generalmente, la víctima sufre rechazo.
Signos de alerta del acoso escolar
La adolescencia es una etapa difícil porque los estudiantes anhelan ser aceptados socialmente y cuando son víctimas del acoso o bullying de sus compañeros, no solo sufren física y psicológicamente, sino que incluso pueden enfrentar una crisis de identidad porque no saben si su forma de ser es la que quieren mantener o prefieren. La directora de Género y Generacional de la Alcaldía de Cochabamba, Raquel Melgar, explicó que hay signos de alerta que permiten identificar cuando un niño o un adolescente está siendo víctima de acoso en el colegio.
“Cuando un estudiante presenta síntomas como el desgano, la falta de motivación, el miedo de ir a la escuela o un malestar reiterado como excusa para no ir al colegio, los padres deben investigar a fondo”.
Melgar aclaró que un incidente aislado no puede considerarse acoso. El bullying es ejercido por una persona o un grupo de personas contra una sola persona por tiempos largos. Estos casos deben ser denunciados a la Defensoría de la Niñez y la Adolescencia, aunque por el momento no son considerados un delito, pueden derivar en uno cuando existen lesiones físicas o violencia psicológica.
Los agresores o acosadores, generalmente son víctimas, en otros entornos, de la presión del sistema de roles y de sus familias.
Hay masculinidades que se resisten al machismo colegial
En los colegios de Cochabamba existen relaciones de poder desiguales y el acoso es una forma de imponer el modelo masculino hegemónico, como el espejo donde todos los hombres deben mirarse, reconocerse y “ser”, para ser aceptados, explica la socióloga Lourdes Zabala, una apasionada por la investigación del tema de las nuevas masculinidades en Cochabamba. Sin embargo, la existencia de adolescentes que son diferentes y que, pese al rechazo que sufren, deciden luchar por mantener su forma de ser, es algo positivo.
El pensamiento binario del machismo señala “que si eres hombre, no puedes tener características o atributos femeninos como el querer cocinar, el ser detallista, el cuidarte la piel, no puedes desear cuidar a los hijos o expresar tus emociones. Es la lógica de la exclusión. Despoja al hombre de todo atributo femenino y le asigna atributos fuertes, antagónicos”. Pero no solo hace eso.
Hay una construcción de poder que jerarquiza quién es superior y quién es inferior. Quien hostiga a un compañero que muestra atributos distintos a la masculinidad hegemónica, lo hace porque se cree “superior”.
El discurso de las masculinidades alternativas es un debate todavía incipiente en Bolivia, pero eso no quiere decir que no existan y que no estén luchando por visibilizarse y fortalecerse frente a una masculinidad hegemónica que ha comenzado a resquebrajarse y por eso recurre a la violencia, para intentar restaurar el orden establecido por el patriarcado.
¿QUÉ ES SER HOMBRE? Los hombres no están acostumbrados a cuestionarse acerca de quiénes son, cómo son y por qué son. Los tres adolescentes entrevistados tardaron varios minutos en responder: ¿Qué es ser hombre?. Alberto dijo que había dos tipos de hombres. “Los que son como mis compañeros, peleadores, molestosos, mujeriegos y los que son como yo, tranquilos, pacíficos, raros”.
Ferdin dijo que ser hombre es “ser una persona que sabe lo que quiere, capaz de decidir lo que le gusta y que no le obliguen a hacer lo que odia, debería ser alguien libre, pero no es así ahora”.
Leo respondió “alguien que proteja a su familia, que no la lastime, que la mantenga, alguien responsable, que no se olvide de sus hijos y que no sea vicioso”.
Cuando se sufre presión, acoso o violencia, más aún en el colegio, el riesgo de una crisis de identidad es una realidad.
“El no ser como dicen que debemos ser, da miedo”. Y mucho más en la etapa de consolidación de la personalidad, que es la adolescencia.
Por eso, la resistencia de adolescentes que no ceden a la presión es un logro. Los adolescentes entrevistados dijeron que si bien la presión y el acoso son “obsesivos e insoportables”, han logrado responder a los ataques sin cambiar quiénes son.
“Los hombres tienen derecho a no cargar con el peso de una hombría que no les permite ser detallistas, sensibles, cariñosos. Los hombres tienen derecho a reconfigurar su masculinidad para reconciliarse con sus pares, con las mujeres y con ellos mismos”, afirma la socióloga Lourdes Zabala. La emergencia de nuevas masculinidades, aún en los colegios, permite recuperar lo más íntimo de un hombre, aquello que está debajo de la máscara diseñada e impuesta por el patriarcado.
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