Su don artístico la llevó a hacer de la música y la enseñanza el motor de su existencia.
Judith Silvia Carmona Corrales es una de las sopranos cochabambinas más reconocidas en el medio, donde tam-bién ha influenciado a generaciones
de artistas desde hace más de 40 años de vida profesional, gracias a la enseñan- za que impartió durante este tiempo.
Hija del profesor y exministro de Educación, Hugo Carmona, y de Estela Emilia Corrales, Judith nació el 10
de diciembre de 1954.
Tuvo una infancia y juventud felices junto a sus cinco hermanos: Hugo Pablo, Julio Enrique, Erick Fernando, Luis Alfredo y María Cristina.
A los 16 años, en 1971, salió bachiller del Instituto de Educación Integral y Formación Artística Eduardo Laredo, que fue declarado en 2015 como Patrimonio Cultural e Inmaterial de Bolivia.
Su sueño profesional era estudiar Ingeniería Química Electrónica en EE.UU.
Cuenta que su tío, les hizo una propuesta a ella y a su hermano mayor; quién tuviera las mejores notas entre ambos tendría la oportunidad de estudiar en Estados Unidos.
“Yo tenía el segundo mejor promedio de la clase, pero mi papá decidió mandar al extranjero a mi hermano porque “es hombre”, comentó mostrando un gesto de melancolía. Pese a ello, el destino le tenía preparado algo mejor.
Era época de dictadura y la universidad cochabambina estaba cerrada. Recuerda el día en que don Franklin Anaya, director de su colegio, le sugirió que estudie en Sucre para dedicarse a la enseñanza musical.
A ella le pareció bien la propuesta e impulsada por su juventud, decidió mudarse a la capital de Bolivia para estudiar en la Escuela Nacional de Maestros Mariscal Sucre.
“La idea era salir profesora, luego ahorrar y estudiar ingeniería, sin embargo, luego de seis meses lejos de mi casa, estudiando en un lugar que no era mi colegio, me di cuenta que la música era el sentido de mi vida y enseñar era mi vocación”, reconoce.
A los 19 años retornó a su ciudad con su título en mano y con la visión de trabajar en la frontera con Brasil y Perú. Pese a sus ansias de volar lejos de casa, consiguió su primer trabajo en la escuela Fidelia Corral de Sánchez de Quillacollo y pocos años después, retornó a su hogar: el Instituto Laredo, donde actualmente disfruta cada día dando diferentes clases a niños y jóvenes.
“Tuve muchos momentos hermosos y desagradables en mi vida, pero soy la suma de todo eso. No hubiera escogido otro camino que ser maestra de música, pues es algo que me alimenta cada día”, dice con una expresión de satisfacción y una sonrisa.
UNA HISTORIA DE AMOR
El año 1977, Carmona era directora del coro de la promoción del colegio Laredo, con quienes realizó una gira por Bolivia.
A su arribo a La Paz, ella y sus alumnos, fueron recibidos por un contemporáneo de colegio, el apodado “Chawaco”, quien llegó acompañado de un amigo, quien muy amable, ayudó a Judith a cargar su maleta.
“Esa noche todos fuimos a cenar. Llegué tarde y me senté junto al muchacho, amigo del Chawaco. Desde ese momento fuimos compañeros inseparables”, comenta refiriéndose al bailarín, coreógrafo y maestro de jazz, Wálter Albarracín. El romance entre ellos florecía cada día, ambos tenían mucho en común y el amor al arte los unió aún más.
Años más tarde, toda la familia de Carmona decidió migrar a Estados Unidos. Su padre estaba preocupado por dejarla sola; fue en ese momento cuando ella y Albarracín decidieron casarse y eligieron hacerlo el Día del Amor, el 21 de septiembre de 1983. Judith recuerda ese día como si fuera ayer.
La misa fue celebrada en la capilla de Santa Ana en compañía de amigos y familiares cercanos. Mientras entraba al altar, se escucharon las melodiosas voces de un coro de niños, quienes cantaban para su maestra, escondidos y liderados por una colega.
La familia de los dos artistas se formó con mucho amor. Si bien la pareja tuvo dificultades para concebir a sus hijos, gracias a la fe depositada en la Virgen de Urcupiña, su matrimonio fue bendecido con la llegada de Leonardo, su primogénito. Años más tarde nacieron las niñas: Noelia, Camila y Estela.
En 2015, la familia sufrió una gran pérdida. Walter Albarracín falleció, víctima de un agresivo cáncer de páncreas.
“Él sigue presente en todo momento, en mi casa, en el jazz”, asegura Carmona.
Los hijos de esta pareja siguieron los pasos de su padre. Actualmente dan continuidad a la compañía de danza “Dance Studio Jazz” creada por Albarracín.
EL DON DE LA VOZ
La carrera artística de Carmona no solo queda en la formación musical y el amor a su familia. Ella considera que su voz es un don de Dios.
“Estudiaba piano durante cuatro horas diarias, con don Mario Estenssoro. Un día llegó a Cochabamba Ikuo Kobayashi, un maestro japonés, desde ese momento dejé el piano y me enamoré del canto”, comenta feliz.
Su voz la llevó a realizar giras internacionales por Europa y Latinoamérica. Con tono nostálgico, recuerda un viaje a Alemania que realizó como invitada con el coro de Univalle, en 2008, en el que cantó el Ave María de Guiulio Caccini.
“Terminé de cantar y todo el público estaba llorando de emoción. Esa ha sido una de las experiencias corales más lindas de mi carrera”, afirma orgullosa Judith Carmona.
Actualmente, también es miembro del grupo musical Ministerio María Reina, fundado hace varios años, con el que canta todos los domingos a las ocho de la mañana en la iglesia de la Catedral.
Para esta mujer. llena de vida y alegría, cantar forma parte del servicio a Dios, y enseñar es una de sus pasiones más grandes que la reconforta y llena de gratitud.
Datos
La cantante lírica Judith Carmona logró varios reconocimientos a nivel nacional e internacional. Uno de ellos otorgado por la Red Cultural Mercosur y la Cámara Argentina de Empresarios Culturales (CAEC) por su labor cultural en Bolivia.
Carmona también fue premiada como solista en el Festival de la Canción Francesa en 1982. El premio un viaje a París, que lo realizó dos años después.
Festival
Judith Carmona comenta que desde 2016, se realiza un festival dedicado a su esposo Wálter Albarracín (+), con el propósito de beneficiar a algún artista que necesite dinero para tratamientos médicos.
Para la cantante y maestra, su compañero de vida sigue presente en cada momento de su vida.
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