Su día comienza alrededor de las 5:30. Sus mañanas y tardes están llenas de las risas que llegan a sus oídos durante los recreos, de los silencios en los pasillos durante las clases y de los problemas y desafíos de los 3.875 alumnos que tiene el colegio Ave María.
La madre Christine Gruber ha dedicado su vida a esa institución escolar, que este viernes, 13 de junio, celebra medio siglo de existencia.
Son 30 años de su vida religiosa en los que ha trabajado por la niñez y la juventud de este centro de enseñanza que, como ella dice, la mantiene joven. A través de su trabajo como profesora y, en la actualidad, como directora general, ha visto crecer al colegio que tiene la mayor cantidad de alumnos en Bolivia.
Al ingresar a su oficina se la ve sentada al lado de un alumno al que le dice que antes era buen alumno y ahora sus calificaciones son fatales. Ella le responde que la solución es un par de lentes. Sin embargo, la madre del adolescente no puede comprarlos. Gruber se queda pensando en cómo puede conseguir esos anteojos.
De sus inicios humildes en la zona de Alto Caiconi, hoy Villa Fátima, el colegio Ave María se ha transformado en uno de los más reconocidos en La Paz, destacándose por su nivel académico, deportivo y actividades como la música, danza y robótica.
Los alumnos de robótica llegaron hasta Abu Dabi, segunda ciudad más poblada de los Emiratos Árabes Unidos, al ser los ganadores de un concurso.
Los estudiantes del Ave María también tienen la oportunidad de ingresar a la educación dual que se lleva a cabo en convenio con el Gobierno alemán. En éste los jóvenes salen como técnicos superiores trilingües en diferentes carreras.
De los inicios humildes
Fue la madre Eduviges Eckert la que fundó el colegio en 1964. Sin embargo, su historia empezó a gestarse más de una década antes, cuando esta religiosa alemana compró un terreno en Alto Caiconi. Su objetivo era abrir la propiedad para ayudar a niños y mujeres de bajos recursos que habitaban la zona.
En 1964 abrió la escuela con pocos ambientes para niños de kínder, primero y segundo básico, y los primeros años de la década de 1970 la infraestructura acogía a niñas huérfanas.
"Yo conozco el colegio desde 1973 porque yo vine de voluntaria (...). Estuve tres meses y después regresé a Alemania; decidí entrar al convento y quedarme aquí en Bolivia; me encantó el país y la juventud”, recuerda Gruber, oriunda de Munich.
Conocer a jóvenes que querían darle sentido a su vida le dio sentido a la suya, cuenta al recordar sus primeros años en Bolivia cuando en el convento cocinaban a leña.
Para 1974 se abrió el ciclo intermedio y en 1984 se graduó la primera promoción del colegio. Este año se gradúa la trigésima.
Fue a inicios de 1990 cuando una fábrica de fósforos que estaba al frente del colegio, y que ya les había vendido una parte pequeña de su terreno, decidió deshacerse de toda la propiedad. Gran parte del terreno es hoy el Ave María.
Ahí se levanta el kínder, secundaria, la sala de ballet, laboratorios, aulas y canchas techadas.
Gruber detalla que el objetivo es que los alumnos tengan una buena educación y oportunidades de estudiar en la universidad o en carreras técnicas.
Explica que la filosofía es dar educación a niños y jóvenes cuyas familias no pueden pagar un colegio particular y que así puedan acceder a una formación de calidad. Los padres que no tienen recursos pagan montos menores y también se brindan becas a los estudiantes.
De momento, en el convento viven cuatro religiosas alemanas y cuatro bolivianas; una de ellas es profesora de kínder. La institución ha mantenido el internado femenino y masculino, conformado por más de 100 alumnos de todos los niveles.
Junto al internado, hay una casa donde se quedan las voluntarias alemanas. El colegio desde siempre recibe donaciones de amigos, colegios y ciudadanos del país europeo.
Sin importar la creencia
Desde que es directora, Gruber dejó la enseñanza de alemán, religión y educación física. Pero hasta ahora, cuando ingresa a las clases de deportes, los niños dejan lo que están haciendo y se le acercan corriendo. "Madre, madre...”, le dicen mientras la abrazan.
Ella dice que el hecho de que Bolivia sea un Estado laico no ha afectado la enseñanza en el colegio. "Siempre hemos aceptado a niños de otras creencias. Todos participaban en clases de religión; eso permite intercambiar, conocer más. No sólo la Iglesia Católica tiene lo mejor, también podemos aprender de otras religiones; tampoco nos interesa que los padres de los alumnos estén casados”.
Si hay una verdad indudable para ella es que no hay que minimizar los problemas de los jóvenes. Es necesario escucharlos, aceptar que ser joven es difícil y que tienen incertidumbre sobre su futuro. Por ello, es necesario brindarles tiempo y comprensión.
"La juventud ha cambiado mucho”
La directora general del colegio Ave María, Christine Gruber, reflexiona sobre los cambios de la juventud paceña en las últimas tres décadas.
"La juventud ha cambiado para peor, es más desubicada. La influencia del internet, el Facebook, atrae mucho la atención y ha perdido la capacidad de comunicarse, de escuchar, de concentrarse”, dice.
Factores que no ayudan a la juventud son la desunión y destrucción de la familia, la soledad, la sexualidad precoz, entre otras.
Cuando alguna alumna se embaraza no se la retira del colegio, sino que se la apoya para que termine sus estudios.
Para Gruber es muy importante crear, en la medida de lo posible, una relación de confianza con los alumno, sin preferencias.
"También a los que parecen más complicados hay que quererlos, apoyarlos y acompañarlos”, reflexiona la directora del colegio Ave María.
No hay comentarios:
Publicar un comentario