16.5.16

La Salle brilla con letras de oro

Cinco décadas pasaron tan rápidamente, como el viento roza acariciando mentes y almas de seres iluminados por Dios, que los trae a este mundo para cumplir una misión especial. Volquemos el reloj de arena para encontrar el eslabón que nos permitirá conocer una parte de la historia de Oruro, en el campo de la educación.

Para ello, debemos viajar en el tiempo hasta el 30 de abril de 1651. En Reims-Francia nació Juan Bautista de La Salle, cuyo nombre sería inmortalizado por la semilla que colocó y a la fecha, la obra de su crecimiento no se detiene.

Su origen fue bajo el seno de una familia pudiente, sin embargo, él sintió que su misión debía estar al lado de los más necesitados, renunció a las comodidades y ofrendó su vida al Creador, convirtiéndose en sacerdote, teólogo y pedagogo.

Se dedicó plenamente a la formación de maestros que enseñen valores para la construcción de hombres de bien. Fundó la Congregación de los Hermanos de las Escuelas Cristianas.

Se convirtió en la piedra angular que movería el mundo de la educación, traspasando las fronteras de Francia. Trabajó sin cansancio hasta sentir la llamada a la diestra de Dios Padre, cuando se encontraba en Ruan el 7 de abril de 1719.

La labor que hizo no murió con él, por el contrario, al colocar los cimientos de su misión, la casa comenzó a crecer poco a poco y otros hombres se encargaron de la construcción. Su vida dedicada al Señor hizo que la Iglesia Católica lo beatifique el 19 de febrero de 1888 y el 24 de mayo de 1900 el Papa

León XIII finalmente lo canonizó con el nombre de San Juan Bautista de La Salle. En 1950 fue nombrado como el Patrón de todos los educadores cristianos.

La semilla que dejó se fue expandiendo por todo el mundo. En su nombre se fundaron colegios en Europa y posteriormente pasó a los otros continentes. Bolivia no sería la excepción, los primeros hermanos de La Salle llegaron de Chile en 1919, pero recién en 1923 se fundaría el primer colegio con este nombre en La Paz, luego el turno sería de Cochabamba en 1925, Santa Cruz 1948, Trinidad 1963, Oruro 1966 y Tarija 1973.



ORURO

La fundación de La Salle de Oruro debía realizarse en 1952. El Obispo de la Diócesis de ese entonces, Monseñor Luis Rodríguez hizo las gestiones para la llegada de los hermanos a la Alta Tierra de los Urus. Las clases deberían pasarse en lo que hoy es el Hogar Penny. Llegaron de España los hermanos Jaime Wenceslao, Anastacio Santiago y Clemente Manuel.

Sin embargo, como los huérfanos tenían que salir del edificio, la directora no aceptó el cambio y como era esposa de un jefe del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), movió a mineros y obreros en contra de los hermanos amenazándoles con ametralladoras.

El brillo de la estrella lasallana se quedó en Oruro, pese a esa situación y se persistió en la idea de tener un colegio La Salle en esta ciudad, por ser el centro de la masonería y del comunismo de Bolivia.

El hermano Nicet Joseph, Superior General, consiguió 12 mil dólares para la compra del terreno donde actualmente se encuentra el establecimiento. La primera piedra se colocó el 10 de febrero de 1965, como un homenaje a las efemérides de Oruro.

Estuvieron presentes los hermanos visitadores, Norberto Felipe y José Carlos, además de autoridades políticas, ediles, educativas y religiosas. Fue bendecida el inicio de la obra por el Obispo, Jorge Manrique. La empresa Cadima y Cía. S.C. se encargó de la construcción. El arquitecto José Rojo, ex lasallista de Cochabamba se encargó de trazar los planos. La construcción inicial era la vivienda de los hermanos y el pabellón con dos cuerpos del edificio.

Fueron nombrados hermanos fundadores, el hermano Enrique Otvi, Atanasio Carlos conocido como "Bertho" y Justiniano Marcos. Se encargaron de hacer seguimiento de la obra.

Una vez que se tenían mejores condiciones, se publicó en LA PATRIA un anuncio para la reservación de matrículas, pero sólo se inscribieron tres alumnos. Se descubrió que había órdenes políticas para no inscribir a los niños y jóvenes en el nuevo colegio. Pese a esa situación, se rechazó a estudiantes que tenían notas bajas o pérdida del año. Al final, 60 estudiantes iniciaron las clases, 33 en primero de secundaria, 14 en sexto y 13 en quinto de primaria.

Las inscripciones se recibieron en el colegio Jesús María.

Mediante la resolución ministerial Nº 148 del 17 de enero de 1966, se autorizó el inicio de actividades en el colegio La Salle de Oruro, y en 1969 se adquirió la personería jurídica. A la cabeza del hermano Enrique de las Moras el colegio abre sus puertas para ofrecer la educación humana y cristiana a los niños y jóvenes de esta ciudad minera.

El 14 de febrero de 1966 se inauguraron las clases. Se dictaba religión, gramática, lectura, francés, ortografía y castellano, inglés, matemáticas, ciencias, cívica, geografía y educación física.

Aparte de los hermanos, los primeros profesores fueron José Romero Ávila, Humberto Siles Miranda, Jaime Leytón Miranda y Santos Venegas Sarmiento.

El 30 de abril de ese año se culminó con la construcción del segundo piso del pabellón y las viviendas. Mediante la empresa Equipetrol se perforaron tres pozos de agua, el tercero sirvió para el agua potable. Los muebles se compraron a la empresa FAMA.

Asimismo, mucho tuvo que ver el alcalde de ese entonces, coronel Alfredo Rivas Jenkins y su esposa, Carmen de Rivas, para consolidar el establecimiento educativo. Con obreros de la comuna se hizo el terraplén de los patios además se puso maquinaria a disposición en forma gratuita y regaló la primera cancha de básquet cementada del colegio.

Su cariño a la nueva iniciativa educativa era tan grande que bautizó la calle de entrada con el nombre de "Avenida San Juan de La Salle". El 15 de mayo de ese año, fiesta del fundador, se realizó la primera comunión a 23 estudiantes. Y 14 días después se inauguró oficialmente el colegio La Salle de Oruro, para ello, llegaron delegaciones de todo el país.

Las actividades se caracterizaron por desfiles, misas y la ceremonia central con el descubrimiento de la plaqueta de la calle a cargo del alcalde Rivas, la bendición de los locales del colegio por el Nuncio de S.S. Monseñor Carmine Rocco. El prefecto de Oruro, coronel Pedro Gaya se encargó de la iza de la bandera. Al cierre del acto se jugó un triangular de básquet entre las delegaciones de Santa Cruz, La Paz y Cochabamba.

Así se inició la vida lasallista en Oruro, ese año no se aplazó ningún estudiante, pero al término del primer semestre se despidió a cuatro alumnos por bajas notas y mal comportamiento.

En 1971, sale la primera promoción de bachilleres, son 29 jóvenes y para entonces la población estudiantil llega a 517, la infraestructura se amplía, se construye un nuevo pabellón.



PROFESORES

No se dejó de lado la presencia permanente de los hermanos de La Salle, como Luis Castro, Luis Tirado, Freddy Soria y otros que guiaron incluso el destino espiritual de la familia lasallista.

La calidad de enseñanza era una prioridad para ello se tenía la presencia de profesores con mérito local y nacional, como Esperanza Llanque, Ruth Saavedra, Blanca de Mendoza, Fanny de Gutiérrez, Prudencio Muñoz, Juan Guizada, Luis Mendoza, Willy Varela, Arturo Tapia, Nicolás Jiménez, Mercedes de Soliz, David Flores, Aida de Reynolds, Gabriela Íñiguez, Gustavo Lazarte, Roly Fernández entre muchos otros que dejaron huella en sus estudiantes.

Siempre dedicados a su trabajo hacían hasta lo imposible para que el alumno asimile su tarea. Permitían cumplir a cabalidad el precepto que el colegio debía ser la segunda casa y así lo hicieron durante el paso de 12 años de estudio.

Las horas cívicas eran importantes, no sólo por cumplir con la formalidad del inicio de una nueva semana, sino también con el ánimo de inculcar valores cívicos, morales y tener una formación de primer nivel.

Ahí saltaba la frase expresada en forma permanente del profesor Prudencio Muñoz que afirmaba con vehemencia: "El lasallista se caracteriza por salir del montón de los anónimos", frase que caló en muchos educandos que aplican hasta estos días esa consigna.

La educación en su tiempo era notable, bastaba una mirada del profesor para que todo el curso se calle, la disciplina fue uno de los pilares de la enseñanza. El cariño de los educadores no solo se reflejaba en el aula, sino también fuera de ella, cuando organizaban los homenajes a sus estudiantes. En más de una ocasión dedicaron con esmero su presencia en el escenario, con canciones, recitaciones, sketch´s cómicos, danzas, seguidas con atención por el alumnado.

Su preocupación también radicaba en el rendimiento académico, dedicando horas extras o sacrificando la vacación de invierno para lograr la nivelación escolar. Acciones que siempre daban sus frutos.

Aquellos detalles tenían sus recompensas, una de las principales fue el respeto del estudiante hacia su profesor; seguido de un cariño indescriptible expresado en el recibimiento que tenían al ingresar al aula.

Un ex lasallista contaba: "Cuando entraba el profesor de física (Nicolás Jiménez), por ejemplo, se lo recibía al igual que a un equipo de fútbol ingresa a la cancha, con cánticos", y continúa: "Olé… olé… olé… Nico… Nico…". También comentaba que los profesores se ganaban ovaciones cuando entraban al aula espectacularmente con poesía, como lo hacía en su tiempo Arturo Tapia: "Buenos días juventud divino tesoro, te vas para no volver…" o en medio de la clase le llegaban a la mente poemas de grandes autores: "Y me la llevé al río creyendo que era mozuela, pero tenía marido…".

"Los gritos se escuchaban en todo el pasillo, lo que motivaba la reacción del prefecto del colegio, Willy Varela, o del profesor Muñoz, quienes llegaban hasta la puerta del curso e imponían orden con su presencia. Aunque en ocasiones todos éramos castigados con plantones en el patio o con el regalo de un palazo", dijo.

Las inauguraciones de los años deportivos también eran inolvidables con campeonatos internos e intercursos. Los recreos eran aprovechados en su totalidad, principalmente cuando había torneos de fútbol, el primer recreo se convertía en el primer tiempo y el segundo en la etapa complementaria.

Cuando se acercaba el aniversario del colegio, cuenta, se preparaban una diversidad de actividades, desde carreras de "dinky´s", voladores, festivales de danza, poesía, concursos de matemáticas, oratoria, ortografía.

Las excursiones también eran inolvidables. Todo el alumnado se reunía temprano en el mercado Campero, para ir marchando hasta el colegio. Una vez en el establecimiento se realizaba un pequeño acto y recomendaciones que nunca faltaban. Luego se dividían en tres grupos, el primero desde el primer curso de básico hasta cuarto, utilizaban los buses para llegar a destino.

De quinto básico a tercero intermedio se utilizaba una ruta para caminar y el otro grupo era formado por el primero al tercero medio, que iban por otra ruta más difícil, a pie. Los de la promoción se encargaban de organizar concursos y las inolvidables búsquedas de tesoros.

Los festejos del Día del Estudiante, eran actividades inolvidables, como ocurrió en 1984, cuando los alumnos de la promoción se encargaron de escenificar casi idénticamente la inauguración de las Olimpiadas de Los Ángeles, incluyendo al astronauta que voló.

Las convivencias con motivo del aniversario eran uno de los "platos fuertes" no sólo por partidos o actividades que se desarrollaban, sino porque realmente terminaba en una verdadera convivencia de hermandad, como una familia.

El aspecto espiritual siempre estuvo a la cabeza de todo, con celebraciones eucarísticas o con un contacto permanente con Dios, que se realizaba todos los días al inicio de la jornada escolar.

No sólo se inculcaba la parte académica, sino también la parte deportiva, con la presencia de La Salle en competiciones basquetbolísticas o futboleras que dieron lauros constantes al colegio. Se aportó de esa manera con talento humano para las selecciones orureñas.

La música fue importante para el desarrollo del ser hombre, con clases magistrales ofrecidas por el "tío" (Juan Guizada) no solo para aprender himnos, sino para intentar tocar un instrumento musical o cantar en el coro. Siempre salían pequeños grupos musicales de su seno.

La otra parte era con la constitución de destacadas bandas estudiantiles, una de ellas formada por instrumentos nativos, no con simples zampoñas, sino con otras más simples para realizar una conversación musical entre "arkas" e "iras", con sones de bombos y triángulos que marcaban el ritmo. Hubo otra, asimismo nativa, con tarkas. A partir de 1991, La Salle tendría su primera banda de guerra con instrumentos de metal.

Su aparición fue sensacional por el estilo de la formación y disposición de los instrumentos, incluyendo algunos no muy conocidos en nuestro medio, como los heraldos. Luego llegaron los premios en concursos nacionales de bandas.

Pero, así como para el estudiante había un día de inicio en el estudio, al ingresar a primero básico hoy de primaria, en medio del susto, llanto y temor a ser dejado por los padres, existía el día más triste en la historia de la vida estudiantil, y era despedirse de su segundo hogar, de profesores, de amigos, de la misma casa con una nostalgia al grado de arrancar las lágrimas del ser más duro de sentimiento.

Pero, una vez logrado el objetivo de completar el colegio nacía un nuevo símbolo para el ex alumno lasallista conocido como "Indivisa Manent" (mantenerse siempre unido), símbolo por demás profundo estableciendo que la estrella lasallana vivirá por siempre en el corazón de las personas que tuvieron la fortuna de pasar por el colegio La Salle.

Hoy se escribe la historia de toda esa vivencia, pero con mayor energía, utilizando una pluma y tinta de oro que marcará por siempre el orgullo de haber estudiado en la verdadera catedral del estudio.



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