Miguel Ángel Rivera es maestro de matemáticas de secundaria, tiene 31 años, estudió en la Escuela Superior de Formación de Maestros Juan Misael Saracho de Canasmoro, egresó en el año 2010 y hace nueve años y medio trabaja en la Unidad Educativa “Santa Rosa de Agua Blanca” en Caraparí.
Con la sinceridad clara cuenta que llegó a estudiar a la normal gracias a su madre, pues aunque deseaba hacer una carrera universitaria era lo que ella podía ofrecerle, debido a la existencia del internado. Explica que su familia no poseía solidez económica y el vivir en la ciudad era costoso.
Sin embargo, al transcurrir sus estudios conoció a una muy buena docente, de la que fue su estudiante y así despertó su vocación. “Enseñaba con una pasión que me dejaba pasmado”, cuenta.
A partir de ese momento disfrutó de la docencia, puso todo su empeño en su capacitación y clases dadas a los jóvenes. Hoy a nueve años y medio de sus inicios, al igual que muchos de los maestros actuales, se enfrenta al reto de enseñar en medio de la pandemia por el Covid-19, remando contra un difuso panorama educativo y sorteando las limitaciones de la educación virtual.
Respecto a la situación comienza asegurando que existe gran preocupación por la salud como también por la educación. En su colegio a iniciativa de varios de sus estudiantes comenzaron creando grupos de whatsapp a través de los cuales Miguel enviaba videos explicativos con conceptos y ejemplos de resolución de ejercicios.
“Tuve que aprender a hacer vídeos para enviarlos”, dice y agrega que también trabajaba propuestas de ejercicios matemáticos para su resolución. Tras esto los estudiantes recibían todo y enviaban sus soluciones. “Yo les hacía unas sugerencias de ser necesario para que puedan mejorar su trabajo”, explica.
Más aún, la inquietud por aprender por parte de los estudiantes y por enseñar por parte de Miguel crecía cada vez más, de tal manera que la pasada semana migraron a los grupos de aula virtual de google, cuyo manejo Miguel lo aprendió a través de su propia investigación y exploración.
Lo gratificante según comenta el joven maestro es la existencia de estudiantes que responden a las clases virtuales y cumplen con las actividades que se les propone. Más aún, con mucha tristeza el profesor revela que este tipo de educación no es accesible a todos, por lo que posee carácter voluntario.
“Al no existir alguna normativa que regule este tipo de educación y además por la falta de accesibilidad, las actividades que estamos desarrollando de manera remota o virtual con mis estudiantes tienen carácter voluntario. Es decir que no afectarán a las calificaciones en la unidad educativa. El grupo que tenemos es prácticamente un grupo de estudio espontaneo”, detalla.
La virtualidad y la vocación
Respecto a la educación virtual Miguel expresa su preocupación debido a que hasta ahora no se ha tomado una determinación desde el Ministerio de Educación. Asimismo, dice que existe preocupación de muchos estudiantes sobre la situación de las labores escolares.
En cuanto a la educación virtual afirma que prefiere llamarla “educación remota, o avance curricular remoto”, ya que según explica una educación virtual debería previamente pasar por una etapa seria de planificación tanto en el aspecto curricular como en el aspecto pedagógico y porque no decir también neurológico.
“Como bien sabemos la pandemia nos agarró muy desprevenidos en muchos aspectos. Es importante tomar conciencia que este tipo de educación a través de plataformas digitales no es accesible a todos los estudiantes, ya sea porque no existe la cobertura adecuada de Internet o porque muchas familias no pueden asumir el gasto económico que este tipo de educación implica”, asegura al tiempo que revela que en su región hay estudiantes, cuyas familias aún no cuentan con el servicio de electricidad.
Sumado a ello afirma que seguramente a varios colegas les costará muchísimo manejar los equipos y plataformas digitales para llevar adelante una educación virtual. Más aún, concluye destacando el esfuerzo de los maestros en el manejo de herramientas tecnológicas que de cierta manera permiten dar continuidad a la educación al menos en cuanto al avance curricular.
Como Miguel en Tarija hay muchos maestros sobre todo de colegios particulares que han hecho de la educación virtual una práctica diaria para cumplir con sus competencias educativas.
Profesor Miguel Rivera Matirayo
En la imagen el profesor Miguel Rivera Matirayo
"Vamos tomando ritmo"
Nélida Sánchez Ruiz es maestra de primaria del colegio Felipe Palazón y aunque en los colegios privados no hay muchos problemas respecto al acceso a Internet, admite que este tipo de educación al comienzo fue difícil, pues de un momento a otro se vieron en el desafío de dar las clases virtuales. Detalla que pese a la capacitación brindada en su colegio el manejo de la tecnología les costó. “La primera experiencia fue muy linda, sobre todo el encontrar a los estudiantes de mucho tiempo. Hoy ya pasaron dos meses y vamos tomando ritmo”, asegura.
Agrega que en tiempos de pandemia el rol del maestro es importante, sobre todo cuando la educación virtual permite continuar con el programa curricular de los contenidos más importantes y brindar actividades a los estudiantes, que debido a la situación no tienen mucho que hacer en casa.
Sobre las desventajas asegura que una de las principales se constituye por los aparatos tecnológicos a lo que se suma el retorno de los padres de familia al trabajo, pues el apoyo en el aprendizaje de sus hijos se verá mermado.
La experiencia desde la docencia universitaria
Estela Oller es licenciada en comunicación social y docente hace más de diez años. Hoy dicta las materias de Taller de Facilitación y Comunicación, y Pensamiento Crítico en la Universidad Católica Boliviana de Tarija, institución que debido a un trabajo previo se ha adecuado con éxito a la nueva modalidad virtual. Más aún, todo cambio conlleva un esfuerzo.
Estela comienza afirmando que la pandemia les dio la vuelta las estructuras tradicionales en el proceso de enseñanza -aprendizaje. “De repente nos llegó la avalancha de la virtualidad y sin aviso nos vimos inmersos en el torbellino de emociones encontradas”, dice y agrega que por un lado el impacto se concentró en dejar de ver a los estudiantes y tener ese contacto tan particular del que disfrutan los buenos maestros.
Y por el otro lado en “el utilizar la tecnología que sí bien se convirtió en herramienta indispensable, antes de la cuarentena era un recurso de apoyo no esencial como ahora”.
Reflexiona que la conectividad es importante y por supuesto la tecnología, por lo que igualmente destaca que no todos tienen el acceso como se debe, sumado a ello la señal de las empresas que proporcionan los servicios de Internet tampoco es la adecuada, pues según apunta hay problemas de saturación y lentitud que impiden el desarrollo de una clase normal.
“Ahí la labor docente realmente hizo en muchas ocasiones milagros para llegar a todos”, dice y destaca que es ese el momento en el que la vocación se pone a flor de piel. Más aún, resalta que ayudaron mucho las actualizaciones docentes en las que les capacitaron sobre el manejo de las plataformas virtuales.
“En la marcha siempre surgen situaciones que requieren del máximo de creatividad para solucionarlas y la paciencia para explicar una y mil veces qué tienen que hacer para seguir en la clase, el examen o la tarea”, concluye y añade que la virtualidad ya no es una opción sino una realidad que se debe incorporar a la enseñanza.
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