Amanece en Samaipata. Apenas son las seis y ya comienza a escucharse el clamor de los pajarillos. El gallo es el despertador oficial y los primeros rayos del sol vaticinan el calor que acompañará el resto del día en la zona de los valles cruceños. Los sonidos plácidos de la naturaleza son quebrantados por las risas y voces de los niños y niñas que desde primera hora se despiertan como un torrente de energía. Suena la campana que anuncia la hora del desayuno y Eloiza Peñafiel, educadora que también hace de madre de todos los pequeños, los dirige como soldaditos hacia el comedor. Ha comenzado un nuevo día en Cerenid.
La Casa Escuela de Renovación Integral y Desarrollo, de ahí las siglas, es el nombre que lleva este hogar para niños en situación de orfandad y abandono.
A través de la ONG ADRA, se les brinda asistencia integral y un desarrollo madurativo y profesional desde que llegan al hogar hasta su mayoría de edad.
El centro acoge en la actualidad a 11 niños junto a los que conviven las nueve hijas de los trabajadores que también hacen uso de las instalaciones y de la escuela primaria. “Creo que aquí los niños son felices, se sienten en una familia, a nosotros nos consideran sus padres y para nosotros son como nuestros hijos”, puntualiza Omar Mercado, otro de los educadores.
Veinte años de historia
Cerenid nació hace más de 20 años en Santa Cruz, en un lugar privilegiado muy cerca de Samaipata, territorio reconocido por su interés turístico y al que llegan visitantes de todo el mundo.
El objetivo del hogar en un primer momento fue otorgar atención integral a niños de la calle, víctimas de abusos sexuales y con graves adicciones a sustancias como la clefa. “Realmente era muy duro. A veces encontrábamos a niños durmiendo dentro de las alcantarillas, los sacábamos y hablábamos con la Gobernación para que autorizara su traslado al hogar”, comenta Nielsen González, un antiguo trabajador del centro.
Durante muchos años se luchó por recobrar la vida de estos menores y ofrecerles garantías sostenibles para su futuro. “Hace poco me encontré a uno de ellos en la Alcaldía, trabaja como contable y tiene una vida estable. Me dio una enorme alegría”, dice otro extrabajador.
Después de casi dos décadas atendiendo a estos menores, el hogar cambió sus beneficiarios, acogiendo desde 2013 a niños en situación de orfandad y abandono. “Son más tranquilos, aunque la labor que hemos hecho con todos siempre ha sido la misma, darles cariño, educarles y ofrecerles lo mejor para su futuro”, manifiesta Peñafiel.
“Hay gente que tiene hijos sin planificar y no cuenta con la capacidad para atenderlos. En algunos casos que recibimos, el papá o la mamá tienen problemas de alcoholismo, no tienen trabajo y abandonan a los niños. En otras ocasiones se van a trabajar, dejan a los menores solos y aparecen situaciones como la falta de alimentación o abuso por parte de terceras personas. El principal problema es la pobreza y la falta de educación”, explica Aldo Mendoza, director de Cerenid.
Educación alternativa
Tres niñas, hijas de la cocinera y de la educadora, se balancean en unos columpios hechos a base de llanta y madera que recientemente ayudaron a construir un grupo de voluntarios. Sonríen felices con un telón de fondo que embellece aún más aquel paradisíaco paisaje. “Este lugar es maravilloso, fuera de la ciudad y en contacto con la naturaleza, para mí y los niños es un regalo de Dios”, asevera Omar Mercado, educador del hogar. “Ellos se sienten libres y tienen dónde desenvolverse en lugar de estar en internet o viendo televisión todo el día”, añade.
Uno de los objetivos del hogar es formar personas que se puedan insertar en la sociedad a su mayoría de edad. Para lograr una formación de calidad, se aprovechan los espacios naturales del entorno, como el río o las montañas, con el fin de brindar una educación alternativa que promueva un correcto desarrollo para los menores. Además, el hogar cuenta con una escuela primaria dentro del recinto, en la que docentes enviados por el ministerio del área se encargan de otorgar enseñanza.
La Educación Adventista de Bolivia a través de colegios de secundaria y su universidad de Vinto (Cochabamba) se ha unido al proyecto para brindar becas a los niños que deseen continuar con sus estudios superiores. “De esa manera, el proyecto se vuelve más integral, no solo los formamos hasta su mayoría de edad, sino que si después quieren continuar con otros estudios y salir profesionales, nosotros los seguimos apoyando”, expresa el director de Cerenid.
La rutina semanal incluye, además de las clases y horas de refuerzo escolar, la participación de todos los niños en tareas del hogar, talleres productivos que se adaptan a sus edades (panadería, huerta ecológica y apicultura), y actividades extraescolares como clases de natación en el río o excursiones y caminatas por la montaña. “Ahora también estoy iniciando por las noches clases de música, les enseño a tocar la guitarra y la zampoña y dentro de poco empezaremos con el violín y la quena”, comenta Mercado.
El objetivo es que los menores vayan adquiriendo responsabilidades más allá de la escuela. “Nosotros los preparamos para que si en un futuro eligen ser agricultores sepan cómo trabajar la tierra, o si quieren seguir estudiando tengan la opción de convertirse en profesionales”, añade el director de Cerenid.
A mediados de septiembre tuvieron la visita del artista orureño Óscar Ledesma, que amenizó una velada con un concierto de música folklórica para los niños y el personal del hogar. El centro también tiene las puertas abiertas a voluntarios que quieran ser partícipes del desarrollo de la educación de los menores, así como también efectuar actividades para la mejora de las instalaciones del hogar.
Campaña
En la actualidad y desde que se fundó, Cerenid se financia gracias a la Iglesia Adventista del Séptimo Día y a la Gobernación de Santa Cruz, que es la que delega a los niños y aporta un monto económico destinado a la alimentación. “El proyecto que tenemos actualmente es hacer el hogar autosustentable aprovechando los recursos que nos ofrece. Para ello estamos iniciando módulos productivos de leche y queso, frutales, huevos y miel. Queremos que el Cerenid tenga un producto que sea reconocido por el público y de esa manera poder generar recursos propios”, refiere Mendoza.
Para afrontar ese proceso, el hogar está realizando una campaña de recolecta de fondos a través de la venta de zumo de uva que produce la ONG en Camargo. Algunos donantes como la Embajada de España en Bolivia ya han colaborado.
Los profesionales que allí trabajan coinciden en que lo más gratificante es ver que los niños van siendo transformados por la educación y el cariño.
“Algunos llegan rebeldes, con poca confianza. Poco a poco van aprendiendo que aunque no somos sus padres, somos gente que los protege. Lo más bonito es ver el cariño que desprenden y ver cómo crecen convirtiéndose en seres más responsables”, señala el director del centro.
Cae la tarde en el “descanso en las alturas”, como denominaban los quechuas a este paraje de valles mesotérmicos que es Samaipata. Los niños corren felices a sus cabañas. Están listos para soñar.
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