10.12.17

La despedida del colegio (Fragmento)

Terminaba aquel día el curso, había tenido ya lugar la distribución de premios y diplomas, y llegaba la hora de las despedidas. Se cruzaban por todas partes enhorabuenas y adioses, encargos y recomendaciones, y padres, madres, niños y amigos, revueltos en confuso tropel, invadían todas las dependencias del Colegio, rebozando esa satisfacción purísima del premio justamente alcanzado, del trabajo concluído, de la esperanza cierta de descanso; esa ruidosa alegría que despierta en el estudiante de todas las edades, la mágica palabra: ¡Vacaciones!...

El acto había estado brillantísimo: en el fondo del salón ocupaban un estrado –tarima alfombrada- ricamente dispuesto, los cien alumnos del Colegio con sus uniformes azules y blanco, agitados por la emoción, buscando con los ojitos inquietos, arreboladas las mejillas y el corazón palpitante, entre la muchedumbre que llenaba el local, al padre, a la madre, a los hermanos que habían de ser testigos y partícipes de la culminación de esta gestión.

Coronaba el estrado un magnífico cuadro de la Dolorosa, Nuestra Señora del Recuerdo, titular del Colegio, y a su derecha presidía el acto el Cardenal Arzobispo de Toledo, bajo riquísimo dosel, y el Rector y profesores del Colegio, sentados en torno. Llenaban el resto del inmenso salón los padres y madres de los estudiantes.

La orquesta dio principio al acto, tocando magistralmente el himno del Colegio. El secretario comenzó a leer entonces los nombres de los alumnos que habían superado el año: se levantaron éstos ruborosos y aturdidos por el miedo a la exhibición y la satisfacción del triunfo; iban a recibir la medalla y el diploma de mano del Ar-

zobispo, entre los aplausos de los compañeros, los sones de la música y los bravos del público y volvían presurosos a sus sitios, estando con la vista en los ojos de sus padres y sus madres, la mirada de inmenso cariño y orgullo legítimo, que era para ellos complemento del triunfo.

P. Luis Coloma S. J.

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