24.2.21

Hermanos asisten a clases virtuales por turnos y con internet prestado

 Las familias que sólo tienen un celular inteligente deben buscar la manera para que todos sus hijos pasen clases. La situación es precaria, pues no cuentan con conexión a internet y deben recurrir a gente solidaria que les permita el acceso. “Si a veces se chocan con el horario, uno ya no pasa clases”, contó Marlene Chávez refiriéndose a sus dos hijos.

La presente gestión escolar arrancó con 2,9 millones de estudiantes en todo el país. El Ministerio de Educación determinó que en los tres niveles de educación, en colegios públicos, privados y de convenio, se aplicará la educación a distancia. Para ello se requieren dispositivos y una conexión a internet.

Los hijos de Chávez asisten al Colegio Santa Rosa de La Florida, La Paz. El mayor tiene 17 años de edad y está en la promoción. La menor tiene 12 y cursa segundo de secundaria. Sólo tienen una tableta. Cuando sus dos hijos tienen clases en el mismo horario, priorizan al que tiene al maestro más puntual.

Su hija menor tenía un celular, pero se arruinó. Tenían algo de dinero y compraron un aparato. Fueron engañadas. Un conocido les ofreció un equipo “con caja y todo”. “Era reportado, algo así, se apagó y no prendió más, duró tres días. El que arregla celulares me dijo: ‘es un clon, no sirve’”, contó Marlene. No pudieron recuperar los 700 bolivianos que pagaron.

Su jefa le permite ir a su trabajo con sus hijos, para que puedan pasar clases. “Quisiera que vuelvan las clases semipresenciales aunque sea a secundaria, porque ellos ya son grandes, no van a jugar con el barbijo, ni esas cosas. Ya se pueden cuidar, ya entienden, no son como los de nivel inicial”, afirmó.

Chávez considera que las clases semipresenciales también beneficiarían a los maestros, pues a uno de los profesores de sus hijos le cortaron la luz y no pasaron clases todo el día.

“Personalmente yo digo que mis hijos se olvidaron de todo. Claro, practican la tabla, lo básico, pero más no. De mi hijo es el último año, por ejemplo, es bachiller. ¿Al año cómo entrará a la universidad? Voy a tener que pagar otros cursos, otras clases para que por lo menos pueda dar un examen en la universidad. Tampoco puedo pagar una universidad privada. Me preocupan mucho mis dos hijos porque no están aprendiendo nada”, señaló.

Voluntarios  de esperanza recolectan equipos para ayudar.

La misma preocupación tiene Eusebia Barrientos, que tiene dos hijos: uno en la promoción y otro en segundo de primaria. Están en el María Auxiliadora Don Bosco de Cochabamba. Ella trabaja medio tiempo en una casa particular. Su esposo trabaja en una carpintería.

Sus hijos pasan clases en la casa de un vecino que tiene conexión a internet. Van cada día, el mayor en la mañana y el menor en la tarde. El mayor pasa entre las 7:30 y 12:30 y utiliza el aparato de su papá; para las clases se pone el uniforme de su colegio.

Su hermano menor tenía bastantes ganas de ir a la escuela con uniforme. Pero por la situación, sólo puede usar el celular de su mamá. Ésta trabaja en  las mañanas, y en  la tarde intenta enseñarle a leer y multiplicar. 

“Esas cositas le ayudo porque después, ¿cómo va a aprender? El profesor directamente le envía que haga los números. Así nomás, le envía de matemáticas, después de lenguaje hace preguntas que tiene que responder”, contó Eusebia. “Mi hijo, el mayor, está apoyando a mi hijito menor”, añadió.

Ella averiguó los requisitos en una empresa para conectarse a internet. Le explicaron que la instalación cuesta 330 bolivianos con una tarifa mensual de 159. Ella está dispuesta a pagar ese monto, pero el costo de instalación le parece elevado y pide que por lo menos lo rebajen a la mitad.

Asimismo pidió a los profesores que den más horas de clases o que los cursos sean divididos en dos. Su hijo mayor preferiría pasar clases semipresenciales. “El año pasado dijo mi hijo, el mayor: no aprendo nada así”, recordó.

Los hijos de Susana Chávez en La Paz sienten algo similar. Ella es ayudante de carnicería y vive en Pedregal, La Paz. Su esposo tiene el mismo oficio y trabaja en Achumani. Tienen dos hijos en edad escolar y una pequeña  de dos años. Sus hijos están en la Unidad Educativa Pedregal. La mayor de 11 años asiste a sexto de primaria y el varón de ocho a tercero de primaria.

En las primeras semanas de las clases virtuales no sabían que se podía comprar paquetes especiales. Compraban paquetes de dos bolivianos que se agotaban en menos de una hora. Así, por día llegó a gastar ocho bolivianos. Le contó a la maestra que era un gasto elevado y ella le explicó que había paquetes especiales para educación.

En su familia sólo tienen un celular para sus dos hijos. “Ahora está peor. El año pasado por lo menos había que mandar fotos. Ahora dicen por Zoom, a mi otra hija le dicen por Meet”, explicó. 

Su hijo pasa clases de 8:30 a 9:40; y su hija de 8:30 a 10:00. Cuando termina su hijo, ingresa su hija para pasar al menos 20 minutos. Tienen otras clases que empiezan a las 11:00 o 12:00.

La profesora de su hija es más comprensiva, pues acepta enviar el contenido por WhatsApp. En cambio la profesora de su hijo menor es menos tolerante. 

“Lo voy a sentir mucho este año, si no avanzan se van a aplazar nomás, porque el año pasado ya han faltado mucho”, le dijo. “Si se aplazan ni modo, tienen que hacer un esfuerzo y comprar celular, tienen que sacar tiempo para sus hijos”.

Familias   tienen problemas de acceso a equipos.

Obviamente Susana quisiera hacerlo, pero no puede porque tiene que trabajar. Cada día va a su trabajo junto a sus hijos que pasan clases en la calle. “Ahí afuerita les hago sentar porque ahí hay wi-fi. Ahí afuera están pasando clases”, explicó. 

Lo hacen con la señal que una vecina les permite usar. “La señora me ha dicho: ‘tráeles aquí, yo te voy a dar la contraseña’”, recordó.

También compraron un celular usado de un amigo para su hija con 250 bolivianos. El aparato no funcionó.

Esta madre pide más tolerancia a los profesores. “Mi hija estaba pasando clases y el otro (profesor) le dijo: ‘¿Cuál te importa más? Eso tienes que tener preferencia, porque al año tu hija ya hará secundaria y si no aprende se  aplazará este año; o al año se  aplazará igual’”.   


Por ello, ella prefiere que se pasen clases semipresenciales e incluso presenciales, por lo menos  algunos días a la semana. 

“La mayoría de las personas casi no se cuidan mucho. Dicen que no habrá clases por cuidarnos, pero en la calle así están andando, no se cuidan nada”, concluyó.

Recolecta  para familias que lo necesitan

La madre de familia Marlene Chávez fue estafada con un celular que le costó 700 bolivianos. Entonces preguntó en una de las casas donde trabaja, dónde podía conseguir un aparato confiable. Así la contactaron con el grupo Voluntarios de esperanza (76210223), que recauda aparatos en desuso para familias que los necesitan.

“Vimos que existe este problema, tanto del acceso a internet, como del acceso a dispositivos para educación”, contó la impulsora de la iniciativa, Katherine Poppe.

Ella es directora ejecutiva de la consultora Ethos Consultores SRL. Junto con su esposo, hace más de diez años, trabaja con temas relacionados a la niñez, para apoyar en áreas como salud o educación. 


Este año surgió Voluntarios de esperanza, conformado por diez personas, entre técnicos que reparan los aparatos, gente que maneja redes o que recoge los dispositivos. “Las personas son muy solidarias. Cuando se trata de apoyar a poblaciones vulnerables son desprendidas, nos han llamado, nos han dado celulares, equipos”, contó Poppe.

“Estamos reuniendo laptops, celulares y tablets que se les pueda instalar por lo menos el Windows 7, para que los niños y niñas puedan trabajar en Zoom o Meet, que son las plataformas que usan las unidades educativas; que sean celulares no muy antiguos, que por lo menos sean celulares inteligentes”.

Tuvieron donaciones en la zona Sur, Miraflores y San Pedro. También les llamaron de El Alto, donde quieren donar computadoras de escritorio. Recibieron equipos en muy buen estado, aunque muchos sin cargador. También les entregaron aparatos totalmente destrozados, que también aceptan porque sus piezas pueden servir.

Los equipos se entregarán a fines de febrero. “Esperamos llegar a 60 familias en esta primera entrega. También estoy haciendo contacto con algunas empresas para que los empleados puedan donar celulares, equipos, como una actividad de Responsabilidad Social Empresarial”, contó. 

“Es un trabajo muy lindo, que gratifica el corazón. Creo que uno lo hace por amor a la población y por amor a Dios”.


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