Estudiar puede resultar para muchos adolescentes y jóvenes algo fastidioso e incluso, aburrido. Sin embargo, para otros pocos, los más dolidos, sufridos y necesitados, el estudio no es una opción, es la única oportunidad para cambiar su mundo y por ello optan por terminar la secundaria contra viento y marea.
Una de las opciones que tienen aquellos que no cuentan con el apoyo de sus padres, como gran parte de los niños y adolescentes, es la educación nocturna. Cientos de adolescentes, jóvenes y adultos acuden a estos establecimientos para lograr el bachillerato, y las historias que los envuelven tienen un común denominador: el esfuerzo.
El empuje de Jaime
Jaime Cahiuara Díaz es el tercero de siete hermanos, oriundo de la provincia Tomás Frías del departamento de Potosí, tiene 19 años y hoy se encuentra cursando el sexto de secundaria en la unidad educativa San Luis nocturno del departamento de Tarija.
Su vida no ha sido nada fácil en los últimos años y sin embargo se muestra optimista, seguro y con mucha energía, pues está cerca de cumplir su primer gran objetivo. Salir bachiller.
Su padre falleció hace muchos años y por ello su madre debió hacerse cargo de todos sus hijos sola y con la agricultura como apoyo. Aquello no era suficiente, por lo que al ver esto Jaime, en un gesto de ayuda y desprendimiento abandonó el colegio y su hogar, con el pretexto de dirigirse a Tarija para hacer el servicio militar. Ahí no necesitaba dinero, ni alimentación, pues el Estado se hacía cargo, y con eso le quitaba un peso de encima a su mamá.
Ingresó al Batallón Eustaquio Méndez (ex Chorolque) y como le faltaban sólo dos años para salir bachiller se acogió a una de las opciones que ofrecen los cuarteles a los conscriptos, que es el poder estudiar de noche para terminar la secundaria. Así lo hizo y cuenta que durante todo el 2016, cuando a él le tocaba el quinto de secundaria, se dedicó a prestar el servicio militar, pero también a estudiar.
Relata que minutos antes de las 7 de la noche, después de toda una jornada de instrucción militar, él debía caminar hasta la unidad educativa San Luis, que se encuentra en pleno centro de la ciudad, para pasar clases.
Afirma que lo más complicado de todo no era estudiar cansado y de noche después de la instrucción recibida en el cuartel sino era el retornar a su hogar después de clases y a altas horas de la noche
“Nosotros salimos a las 10 de la noche, entonces yo me iba en muchas ocasiones al trote hasta el cuartel con un par de camaradas que tenía, pero otras veces me iba caminando porque no da el cuerpo para hacer eso todo el año”, dice al relatar que su horario de regreso al cuartel estaba marcado para las 22.30 ó 22.45.
Así prestó el servicio militar y terminó el quinto de secundaria. Ahora se encuentra en la promoción y durante el día, trabaja de albañil para costearse el alojamiento, comida, vestimenta y estudios.
Preocupado por la suerte de su familia, se trajo a uno de sus hermanos para ayudarle a terminar la escuela. Lo puso en la unidad educativa Lindaura Anzoátegui Campero, turno diurno, ya que está seguro que la educación durante el día es mucho mejor que en la noche.
Cuenta que cuando sea bachiller ingresará a la universidad para estudiar ingeniería civil, una carrera vinculada al oficio que hoy le ayuda a sobrevivir.
La lucha de Maribel
Maribel Miranda Flores es de San Andrés y tiene 18 años, cursa el cuarto de secundaria en la unidad educativa nocturna San Luis y al igual que Jaime tiene una historia de superación similar, aunque tuvo que pasar por situaciones diferentes.
Tímida casi al extremo, cuenta que es la penúltima de ocho hermanastros, dice que vivía con su hermano menor y su madre, pues su padre falleció. Se alejó de su casa cuando tenía 15 años, porque su madre le dijo que dejara la escuela, ya que no podía continuar ayudándola a estudiar. A eso, explica que se alejó de su familia porque su mamá no paraba en casa, todo el tiempo viajaba, y prácticamente se crió sola junto a su hermano más pequeño.
Al enterarse de la situación de la menor, su madrina de 15 años le propuso que se vaya a vivir con ella y dijo que la ayudaría a terminar el colegio e incluso la universidad, por lo que sin pensarlo mucho, Maribel se fue con su madrina para ayudarla en los quehaceres del hogar y poder estudiar de noche.
Dice que se siente muy agradecida con su madrina Daniela Vargas, ya que ella la trata como si fuera su hija mayor. Vargas tiene dos hijos pequeños, a quienes Maribel ayuda a cuidar durante el día. Relata que estudiar de noche es una ventaja para salir bachiller, ya que durante el día debe apoyar a su madrina.
Sin embargo, lamenta que no haya apoyo de las autoridades al problema del transporte para los estudiantes de las unidades educativas nocturnas. En su caso por ejemplo, ella vive con su madrina en el barrio Luis de Fuentes y dice que para retornar del colegio vuelve en colectivo (cuando hay el servicio), o generalmente en taxi.
Esta situación le causa mucho miedo, pues anteriormente tenía una amiga con la que se acompañaban gran parte del camino, pero ahora debe volver sola hasta su hogar en taxi, esperando que nada malo le ocurra.
De esta manera, uno de los principales pedidos que hace Maribel, es que se tome en cuenta el mejorar la seguridad para quienes estudian de noche, debido a que es un elemento necesario y fundamental para ella y sus compañeros.
Falta seguridad
Santos Cruz Canaza Castro, es el director de la unidad educativa San Luis nocturno y explica que la realidad de los estudiantes de su colegio y de todas las otras unidades educativas de la noche es similar a la de Carlos y Andrea. De hecho dice que más del 80% de sus alumnos trabajan de día y estudian de noche
“Nuestros estudiantes vienen de diferentes lugares, desde San Andrés hasta de Pampa Galana. Son estudiantes con diversas realidades de vida y muchos de ellos vienen del campo, del área dispersa, y por esa su condición de que son de otros lugares, viven solos en la ciudad”, dice.
Cruz tiene la certeza de que todos los alumnos tienen como objetivo final terminar sus estudios por su cuenta, ya que no hay gente que les financie.
Afirma que una de las mayores complicaciones de estudiar de noche es la inseguridad para los estudiantes, ya que todos sienten miedo cuando salen de las clases para trasladarse hasta sus domicilios. La mayoría de ellos viven en zonas periurbanas.
“Antes existían los brigadistas barriales y algo de seguridad les brindaban, pero ahora no. Nuestros estudiantes al salir de aquí son víctimas de asalto por el puente San Martín. De hecho, a la misma portera le asaltaron en la puerta del colegio y eso nos dice que el tema de inseguridad es muy fuerte”, reclama.
Anteriormente existían seis establecimientos educativos de este tipo, incluyendo dos de primaria, pero ahora sólo hay cuatro, pues dos cerraron por falta de alumnado. Esto debido a la proliferación de los Centros de Educación para Adultos (CEA), que ofrece a las personas mayores la posibilidad de hacer dos cursos en un año.
El director de la unidad educativa San Luis nocturno pide a las autoridades de educación poner más atención a los estudiantes de la noche, él considera que son los que más apoyo deberían recibir al demostrar ganas de estudiar, pese a las difíciles condiciones de vida que tienen.
Además de más seguridad para sus alumnos, Canaza pide a las autoridades educativas celeridad en la aprobación del plan de estudio con carga horaria definida. “Exigimos todo el año pasado la carga horaria o plan de estudios adecuado a la nueva ley, pero no nos dan respuesta”, finaliza.
La experiencia en
educación nocturna
Rosario Martínez Revollo es profesora de filosofía, psicología y gramática castellana, trabaja en la unidad educativa San Luis nocturno y es una de las fundadoras de este colegio. Cuenta que lleva trabajando 44 años en la educación de noche y piensa que no debería haber educación nocturna, pues a su parecer todos los chicos deberían estudiar en el día.
Recuerda que antes, la educación nocturna era buena e iba casi a la par de las unidades diurnas; sin embargo dice que esto cambió en la actualidad por muchas razones, entre ellas, los CEA.
Además, agrega que hay mucha deserción, no existe la oportunidad de hacer la misma carga horaria que en el día, no se les puede hacer pasar clases en sábado, y sobre todo, no tienen transporte, lo que significa una penosa situación de inseguridad para los estudiantes que, casi en su totalidad, viven en la periferia. “Muchos fueron asaltados y eso les pone en una situación de desventaja”, añade.
Recuerda con entusiasmo a uno de sus alumnos que llegó a ser autoridad en un municipio, pero afirma que exceptuando algunos casos, las desventajas en la educación (noche) causan desventajas en la vida adulta.