Estimados lectores: como todos estamos acostumbrados, a finales de mayo de cada año en Bolivia se llevan adelante diversas actividades para festejar al ser más querido de la familia, que es la madre, para lo cual todos nos esmeramos al límite y realizamos diversas actividades, desde hacer una simple llamada telefónica a ese ser tan especial, hasta preparar gloriosos desayunos, almuerzos o cenas para festejar a las mamás.
Es así que, para los festejos de este año, en el curso de colegio de mi pequeña hija de siete años, fui designado como parte del grupo organizador del festejo de ese día tan especial. Por idea de las innovadoras mamás del grupo, se decidió que nuestros 29 pequeños querubines regalaran a las agasajadas una pequeña plantita en un macetero decorado por ellos mismos.
Para ser sincero con ustedes, las mamás del grupo se movilizaron rápidamente y coordinaron cada uno de los detalles, desde la compra de las plantas a precios muy rebajados hasta la mezcla de las diferentes pinturas. A mí me solicitaron que apoye cuando los niños y las niñas pinten sus respectivas obras de arte, tarea que en un inicio la percibí fácil después de 12 años de desempeñarme como profesor universitario y de posgrado, durante los cuales he tratado con diferentes tipos de jóvenes, desde los más estudiosos hasta los más fiesteros.
Como reza el título de un famoso programa televisivo de la década de los 80, "aunque usted no lo crea” la experiencia de compartir un par de horas y tratar de guiar a un grupo de niños nacidos en este nuevo siglo fue una experiencia casi religiosa y totalmente nueva para mí, y me hizo pensar que la manera de enseñar en las aulas en estos días no puede ser la misma que en el pasado.
De inicio, debemos entender que los jóvenes y niños tienen cada vez más acceso a la información gracias a la televisión e internet, por lo que el conocimiento se ha convertido en un simple commodity (como los minerales, el gas y otros similares) pues está al alcance de cualquiera que tenga interés de conseguirlo. Un ejemplo claro lo viví cuando al ofrecerle mi ayuda, uno de mis "guiados” la rechazó y me mostró las flores finamente diseñadas que aprendió a dibujar en el programa de Mister Maker de Discovery Kids y cuyas viñetas fueron bajadas para él de internet e impresas por su hermana mayor.
Es así que considero que el profesor actual debe saber utilizar la tecnología igual o mejor que los alumnos, pues para las nuevas generaciones es un modus vivendi; ya no sólo los televisores o computadoras disponibles en todas las marcas, tamaños, colores y capacidades imaginables, sino también los teléfonos inteligentes, las tabletas y hasta los wereables, que acompañan a los jóvenes en su diario existir a donde quiera que vayan.
Es por esto que la tecnología no puede estar totalmente peleada con el salón de clases por ser concebida como un medio de distracción. Más bien debería ser entendida como un instrumento complementario para mejorar la calidad en los procesos de aprendizaje. Por eso el docente está obligado a no sólo conocer la tecnología actual, sino también utilizarla bien y a tener la capacidad de identificar cuáles son sus usos positivos y negativos en un ambiente de estudios.
No es lo mismo que un niño tenga acceso a Facebook o Twitter que a viñetas de dibujos de sus personajes favoritos, o que un joven la utilice para conectarse con sus amigas y amigos por medio de WhatsApp, a que la utilice para buscar libros electrónicos.
Por otro lado, el profesor de hoy debe ser un líder adaptativo en la sala de clases, debe facilitar los procesos grupales de desarrollo de las diferentes inteligencias de los niños (emocional, analítica, lógica matemática, lingüística, musical, etcétera) por medio de la experimentación, mientras acompaña y guía al grupo.
La clase magistral unidireccional, donde el profesor hablaba todo el tiempo transmitiendo a los estudiantes sus vastos conocimientos teóricos, ya no es viable. Ya no es el tiempo del profesor que es la luz de la sabiduría y que se explaya magnánimamente sobre un pizarrón, donde escribe de memoria signos casi inentendibles, frente a un grupo de imberbes cuyo único temor es el próximo examen.
En la época en que vivimos, la información ya está disponible y los profesores deben ser facilitadores de la buena utilización y comprensión de la misma, para que los estudiantes no salgan desorientados de las aulas y con sentimientos de miedo y rechazo hacia sus formadores.
(*) El autor es economista, docente universitario y fanático de la tecnología.
No hay comentarios:
Publicar un comentario