Manuel Filomeno / Página Siete
Manuel Filomeno / Página Siete
Alumnos en el patio trasero del colegio Sagrados Corazones.
A los estudiantes de colegios del centro de La Paz no les queda otra que aprender a convivir con los conflictos sociales. A pesar de que las unidades educativas toman medidas de prevención cuando se desarrolla una protesta callejera, casi siempre los niños y jóvenes sufren las consecuencias de los bloqueos y del uso de agentes químicos.
Establecimientos como el Ayacucho, el Santa Ana y el San Calixto, ubicados en el área circundante a la plaza Murillo; o la unidad educativa Sagrados Corazones y el colegio Don Bosco, en la Mariscal Santa Cruz y El Prado, respectivamente, son afectados con mucha frecuencia por las manifestaciones callejeras de diferentes sectores.
Según datos del Gobierno Municipal de La Paz, en el centro de la ciudad hay 84 establecimientos educativos que funcionan, en diferentes turnos, en 33 infraestructuras.
Testimonios
Mario Mamani, director del Ayacucho (calle Indaburo), asegura que las manifestaciones perjudican la actividad normal. “La última marcha de los mineros asalariados (18 de septiembre) pasó cerca del colegio y los estallidos de dinamita rompieron los vidrios”.
Mamani señala que en muchas oportunidades tuvo que suspender las clases para precautelar la seguridad de los estudiantes. “Esto genera un perjuicio enorme”, lamenta.
Juan Manuel, alumno de cuarto de secundaria de este establecimiento, recuerda que en la última protesta casi sale herido. “Estaba llegando al colegio cuando un cachorro de dinamita reventó a unos metros”.
Alison, alumna del liceo La Paz (calle Campero), dice que ella y sus compañeras ya están acostumbradas a las marchas, sin embargo, admite que aún siente miedo cuando escucha explosiones. “Temo que me pase algo”.
Alberto Morales, director pastoral del colegio Sagrados Corazones, afirma que el establecimiento cuenta con ambientes alternativos para mantener a los estudiantes lejos del ruido y peligro de las manifestaciones; además, tiene tres salidas en diferentes direcciones.
Como medidas de seguridad, algunos establecimientos toman recaudos especiales que cada vez se vuelven más rutinarios, dada la alta conflictividad social.
Entre estas medidas se encuentra el uso de puertas alternativas, la suspensión de las clases o la retención de los alumnos hasta que pase el peligro.
El director del colegio Ayacucho dice haber conseguido un compromiso de la Central Obrera Boliviana para que las manifestaciones de sus afiliados eviten pasar por calles en las que se encuentren centros educativos.
Además, sostiene que la Policía les alerta días u horas antes de que se produzca una marcha, para que tomen medidas de precaución.
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