Por ejemplo, cuando nos referimos a la calidad educativa en los centros escolares, poco o nada se hace para su mejoramiento, tampoco se tienen los elementos fundamentales para encarar este enorme desafío.
La calidad es un concepto relativo y dinámico. No se puede definir en términos absolutos. Por esta razón, un movimiento orientado a la calidad es un proceso que, una vez iniciado, nunca termina. Siempre debemos estar insatisfechos con los niveles de calidad alcanzados para mejorarlos. No hay ningún progreso cuando se hace lo mismo todo el tiempo.
La calidad debe estar presente en todo el proceso educativo con el objetivo de mejorar los resultados de aprendizaje de todos los alumnos.
Una institución educativa, por ejemplo, es un proceso porque está constituida fundamentalmente por relaciones, de las que las más importantes son las vinculadas con los beneficiarios, fundamentalmente alumnos y padres de familia, y de estas con los docentes y administrativos.
Con esta perspectiva, la filosofía de la calidad sostiene que las personas se realizan en su trabajo y se desarrollan como personas cuando participan creativamente en su mejoramiento y cuando lo hacen como equipo, reconociendo que por sí solas no pueden modificar los procesos que condicionan su quehacer. De esta manera, el trabajo en equipo hace que una persona compense con su fuerza la debilidad de otra y que todos aporten con su ingenio para resolver los problemas. La comunidad educativa no está compuesta sólo de maestros, sino también de alumnos, padres de familia y la comunidad en su conjunto.
La calidad requiere de un nuevo tipo de liderazgo pedagógico, basado en la experiencia y en la convicción personal. El director, como elemento clave de una institución educativa, debe ser el primero en comprometerse con mejorar la calidad. Por ello este funcionario es el responsable de la calidad educativa de su establecimiento y debe constituirse en el auténtico líder capaz de motivar, facilitar y estimular el proceso de mejoramiento de la calidad. Debe hacerlo como líder de este proceso ayudando a los docentes a trabajar con inteligencia y satisfacción, en lugar de ser un juez que inspecciona y evalúa.
En este contexto, sin negar la necesidad de la reforma de fondo en el sistema educativo, el verdadero cambio cualitativo de la educación es un asunto de compromiso en las instituciones, de las personas que ahí trabajan y de sus relaciones interactivas con los alumnos y la comunidad. La preocupación por la calidad es una aspiración legítima de todo ser humano. Esta calidad de vida es supeditada fundamentalmente de la calidad del quehacer humano porque se trata de formar seres humanos de calidad.
La búsqueda de la calidad debe iniciarse en los primeros cursos de formación para promover el dominio de los códigos culturales básicos, la capacidad para la participación democrática, y seguir aprendiendo en lo posible de manera autónoma para el desarrollo de valores y actitudes en busca de una vida de calidad.
En tal sentido, es importante destacar que la calidad de la educación sólo se mejorará en la medida en que cada plantel educativo genere, de manera participativa, comprometida y compartida, las condiciones adecuadas para el logro de los resultados.
Lamentablemente, en la mayoría de los centros educativos se da más importancia a que los alumnos sean sólo capaces de vencer exámenes para pasar de curso. Se educa más para la escuela que para la vida.