Parte del desayuno escolar complementario se va a la basura debido a que algunos alumnos se ponen a jugar con los alimentos, en la mayoría de los casos porque no les gusta. Para garantizar el consumo del alumno, colegios exigen los envases en el aula.
“El yogur es rico, pero esa leche color café, esa casi nadie toma, y hay una barras (horneadas), eso sí, nadie quiere, jugamos con él y lo botamos, aunque algunos se lo llevan a sus casas”, contó Joaquín Morales, un alumno del colegio Agustín Aspiazu, en La Paz.
La Razón visitó los colegios paceños República de Argentina, La Paz A, Agustín Aspiazu, Macario Pinilla, Brasil y Germán Busch, donde directores, maestros, porteros y estudiantes confirmaron que parte de la ración del alimento complementario es desperdiciada.
Alcibiades Beltrán, director del colegio La Paz A, estimó que al menos el 10% del desayuno escolar termina en la basura. Observó que las alumnas que llevan más dinero que el resto para el recreo no consumen la ración y prefieren comprarse dulces y chocolates. “Dejan algunas veces la leche, el plátano, tratamos de controlar”.
El portero de este establecimiento indicó que a la hora de barrer en las aulas, tras el recreo, encuentra mínimamente unos 15 envases llenos. “Abren la leche, la prueban y lo dejan a veces así en el piso”.
Ibeth Vargas, una alumna de este colegio, contó que, como a ella no le gusta la leche y para no desperdiciarla, entrega la bolsa a su amiga para que le dé a su gato. Fabricio Elaluque, alumno del Aspiazu, dijo que el lácteo no tiene azúcar y por eso no les gusta tomarlo.
Reciclaje. Marcelino Ramos, director del colegio Agustín Aspiazu, sostuvo que el 1% de las 1.200 raciones que distribuyen termina en la basura.
Si hay más de cinco alumnos que no consumen la leche, el producto se redistribuye a otros del curso que sí lo quieren, según instructiva, señaló Ramos. El colegio recicla las bolsas del lácteo.
Similar estrategia realiza la maestra Isabel Talavera, de República de Argentina, que hace que sus niños, una vez terminados los alimentos, reciclen las bolsas.
Un par de alumnos de 3º de primaria de ese colegio reclamó por qué todos los días les dan pan y leche, otro exigió más plátano y mandarina, y una niña protestó porque “hay panes duros de masticar” y por eso algunos optan por guardarlo en su mochila.
Un alumno de la unidad educativa Brasil contó que sus compañeros juegan a “las espadas” y fútbol con las barras (horneado) o bien mojan la ropa con la leche. En una oportunidad, un grupo fue llevado a la dirección por esta razón.
En el kínder Macario Pinilla, donde también reciclan envases, si un niño se siente enfermo no es obligado a consumir los alimentos. “Pero no se bota a la basura, el estudiante se lo lleva a casa”, explicó la directora Yenny Revilla.
Apuntó que las mamás saben que el desayuno complementario es necesario; y los alumnos, que no pueden jugar con el alimento.
José Luis Gemio, director del colegio Germán Busch, aseguró que de las 875 raciones que distribuye “casi nada” se desperdicia.
La jefa de la Unidad de Alimento Complemento Escolar, de la Alcaldía de La Paz, Gabriela Aro, apuntó que las raciones son una inversión, por lo que todos en el colegio deben ser responsables.
Acotó que no es posible dar gusto a los 140.000 escolares en la elección del desayuno porque el objetivo es introducir hábitos saludables, como la leche sin azúcar.
Recordó que el menú cambia con las estaciones, por ejemplo, en invierno se da cítricos por la vitamina C, que evita resfríos.
“Es un problema serio que los niños no valoren, ni respeten los alimentos; juegan porque no hay control, la indisciplina campea dentro de las aulas”, refirió Aro.
Winston Canqui, técnico de Alimentación y Nutrición del Ministerio de Educación, mencionó que no existe una norma que establezca que una determinada instancia vigile el consumo del desayuno. “Es complicado verificar este tema”.
Aclaró que el ministerio promueve la implementación del desayuno escolar, pero no puede obligar a consumirlo.