La fundación de Tarija, en 1574, significó un cambio profundo en la política de expansión, porque la región dejó de ser zona de avanzada para convertirse en un hito poblado del proyecto colonial. El P. Bernardino del Pace resume acertadamente la fundación como “la última conquista colonial en las fronteras sudorientales del Virreinato del Perú".
En Tarija, en el periodo colonial, existían cinco órdenes religiosas: dominicos, agustinos, de la Orden San Juan de Dios, franciscanos y jesuitas, que intentaron misionar en la región, pero solo los jesuitas y franciscanos tuvieron éxito.
Los jesuitas lograron consolidar un proyecto misionero en Paraguay encarnando ‘la utopía anticolonial’ con la doble meta de: “evangelizar civilizando y civilizar sin someter a la explotación colonial". En el actual territorio oriental de Bolivia fundaron 10 reducciones en Chiquitos pertenecientes a la provincia jesuítica del Paraguay y 21 centros en Moxos pertenecientes a la provincia jesuítica del Perú. En este texto nos limitamos a las Misiones de Chiquitos y del Chaco ya que pertenecieron a la provincia del Paraguay y se vinculaban con el colegio jesuítico de Tarija, que fue una de las casas de tránsito de los misioneros del Paraguay hacia Chiquitos.
Presencia chiquitana
Las Misiones de Chiquitos se denominaron así por la presencia de una etnia denominada ‘Chiquitanos’. En la región de estos indígenas se fundaron diez reducciones: San Xavier (1691), que después se volvió a refundar, San Rafael (1696), San José (1698), San Juan Bautista (1699), Concepción (1708), San Miguel (1721), San Ignacio (1748), Santiago (1754), Santa Ana (1755) y Santo Corazón (1760).
En la ciudad de Tarija, los jesuitas fundaron su colegio en 1690, gracias a la donación hecha por don Juan José Campero de Herrera. La residencia fue pequeña y apropiada para ocho jesuitas. La labor de estos quedó truncada en el año 1767, por su expulsión por orden de Carlos III. Las misiones jesuíticas con los guaraníes no prosperaron como en Chiquitos. En el año de su expulsión, entregaron a los franciscanos solo la Misión de Nuestra Señora del Rosario de las Salinas. La marcha de los jesuitas tuvo consecuencias muy graves en la misión. En el Chaco los franciscanos asumieron lo poco que dejaron los jesuitas y continuaron con su proyecto.
Los franciscanos desde su llegada a Tarija, en 1606, han tenido una activa presencia misionera en la región, primero como convento, luego como Colegio de Propaganda Fide (1755-1918), con un gran desarrollo en el Chaco, tanto en el periodo colonial, como en el republicano.
En la provincia franciscana de San Antonio de Los Charcas, en 1755, se elevó al convento franciscano de Tarija al rango de Colegio de Propaganda Fide y cesó en 1918 con el proyecto de creación del Vicariato del Chaco, erigido en 1819.
Con el objetivo de "ganar almas para Dios", los misioneros franciscanos lograron fundar 22 misiones en la cordillera guaraní en el período colonial. La Misión de Salinas fue entregada a los franciscanos cuando los jesuitas fueron expulsados en 1767. Ellas fueron: en el norte: Pilipili (1766), Azero (1762), Abapó (1771), Piraí y Cabezas (1772), Florida (1781), Tacurú (1786), Igmiri (1787), Zaipurú y Mazavi (1788); en el Centro: Iti (1789), Tayarenda y Igüirapucuti (1790), Tacuaremboti (1791), Pirití (1792), Obaig und Parapití (1793), Tapuitá (1795), Tapera (1798); en el sur: Salinas (1767), Centa (1779), Itau (1791) y Tariquea (1810).
Tarija en la colonia fue un centro misional, por la presencia de dos órdenes religiosas que lograron consolidar un sistema misional en la región de indígenas, los jesuitas en Chiquitos y los franciscanos en el Chaco. El éxito misional se debió, por un lado, a la estratégica posición de sus colegios, que estaban en una ciudad de frontera, que les permitió entrar en la región indígena como el Chaco y transitar a Chiquitos; por otro lado, a la cualificada formación de los religiosos, que supieron transmitir conocimientos europeos, de música y arte, y acompañar el proceso cultural de los pueblos indígenas en varias generaciones de misioneros.
El legado de estas dos órdenes ha marcado el curso de la historia de la región, porque dieron impulso y abrieron nuevas áreas en las fronteras del imperio, además influenciaron en la construcción de identidades en la región indígena, transmitieron elementos estéticos europeos, que se fusionaron con la cosmovisión indígena expresándose desde la complejidad y riqueza de las culturas locales, esto se debió a la acción socio-evangelizadora de estas dos órdenes religiosas de los jesuitas y los franciscanos
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