Hace más o menos cinco décadas, había llegado a la gran urbe paceña, desde un lejano pueblito oriental, una joven cargada de esperanzas e ilusiones, pero con pocas monedas como para realizar estudios superiores de educación y sin ninguna esperanza de recibir ayuda de alguien. Su estancia en la ciudad no fue fácil, la falta de dinero, como a todo estudiante, le hizo pasar preocupaciones, penurias, hambre, sed, y otras necesidades. Pero Dios es grande y gracias a él no faltó una amiga que le extendiera su mano.
Su ingreso al Instituto Normal Superior “Simón Bolívar” tampoco fue fácil. En todas las épocas, a los nuevos estudiantes las autoridades siempre les ponen obstáculos y a ella le sucedió lo mismo; sin embargo todo se solucionó y al cabo de unos años estaba egresando como una flamante profesora normalista.
Ya profesional, junto a otras colegas, la destinaron a fundar la escuela “Vicente Donoso Torres” en Ciudad Satélite de El Alto La Paz. Para llegar a trabajar tenía que viajar diariamente varios kilómetros, atravesando la ciudad del lllimani. A pesar de la distancia, siempre llegaba puntualmente.
Poco a poco, con mucho sacrificio, esfuerzo y perseverancia fue adquiriendo mayor experiencia y con su innata dulzura, sonrisa, bondad y paciencia fue formando silenciosa y anónimamente niños estudiosos, trabajadores y, sobre todo, inteligentes, orientándoles y transmitiendo con amor su sabiduría en la Escuela “República de México". Y en todo establecimiento educativo que tenía la suerte de tenerla en su seno.
Tanta era su sed de ayudar a la juventud, que a mediados de la década del 70 hizo un post grado en el Instituto Superior de Educación "Franz Tamayo”, habiendo aprobado el Curso Nacional de Orientación Escolar y Profesional. Con esa especialidad trabajó incansablemente en los siguientes establecimientos educativos: “Eduardo Idiaquez”, "Lindemann", "República de Francia", y "España, orientándoles en el arte del aprendizaje, con bondad, rectitud y esperanza, dándoles el fruto real de su riqueza, que era el verdadero amor.
Pero llegó un día en el que recibió del Ministerio de Educación la carta de agradecimiento por los servicios prestados a la Educación Boliviana. Esta misiva parecería que es motivo de felicidad para el maestro boliviano, pero por el contrario, es una condena, porque su renta disminuye, sus propios colegas lo ven con desprecio y los alumnos que han pasado por sus manos ni siquiera lo saludan, todos lo tratan de viejo o de vieja.
Con su jubilación comenzó su calvario, como la de todos los jubilados. Como no tenía familia en La Paz, tuvo que vivir sola y abandonada, muy pocos alumnos y amigos le brindaban un saludo, escasearon las colegas, sus familiares la olvidaron, para ella alguna vez llegaba un telefonazo.
Un día cayó enferma y personas caritativas la trasladaron de un nosocomio a otro y a un tercero. Ya recuperada de salud, se la llevaron a la urbe cruceña, pero por una mala praxis médica la parca llegó presurosa, segó su existencia y se la llevó. Y qué lástima, por los azares de la vida durante su niñez bebió el trago amargo de la orfandad y en su ancianidad el olvido, la ingratitud y la injusticia.
Por todo ello, desde el fondo de nuestros corazones te decimos: Adiós, Bessie. Adiós, querida amiga. Adiós, dignísima colega. Adiós, respetada profesora.
No importa cuán profunda y fría sea la fosa donde reposan tus restos. O cuán silenciosa o abandonada se encuentre y quizá con flores y bien cuidada.
Nosotros, tus amigos y colegas, reservaremos siempre un lugar privilegiado en nuestros corazones para guardar tu recuerdo. Por siempre y para siempre.
Estos párrafos han sido escritos con la finalidad de rendir homenaje a todos los maestros de Bolivia que pasan por iguales o parecidas circunstancias y en especial a la profesora Bessie Casanova Toledo, recordando el “Día del Maestro”. Ella nació el 6 de abril de 1937 en la ciudad de Comarapa, Santa Cruz, y falleció el 19 de diciembre de 2011 en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra.
Que Dios siempre le dé su amparo divino.
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