“Meses antes tienes que ponerte en marcha para conocer las actividades que pueden realizar de acuerdo a su edad”, comenta Ana, madre de tres niños, que añade que, si no van a los mismos centros, “cuadrar horarios de unos y otros complica más la tarea”.
Las propuestas son variadas, desde jornadas al aire libre gracias a granjas-escuelas, a campamentos urbanos, cursos de inglés, intensivos para aprender a nadar, clases de teatro o literatura... .
“Existe una realidad social que es, que la mayoría de padres y madres trabajan y buscan alternativas tras finalizar el curso escolar”, comenta Laura Rosell, Consultora de Psicología del Desarrollo de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) (noreste de España).
“Es muy bueno que sigan con otra actividad, siempre y cuando sea lúdica, para divertirse y socializar. Que el objetivo principal no sea el aprendizaje, como en el colegio”, explica la especialista.
Edad recomendada
Para comenzar con este tipo de actividades no existe una edad recomendada, aunque la consultora apunta que “a partir de cinco o seis años es la ideal. Pero no hay que olvidar que las guarderías están llenas de niños también en épocas tradicionalmente vacacionales”.
Centros de todo tipo ofrecen una manera diferente de pasar el tiempo de ocio de los escolares mientras sus padres aún trabajan.
La institución editorial del Estado mexicano, Fondo de Cultura Económica, opta por acercar a los jóvenes y a niños, a partir de cinco años, durante los meses estivales, al mundo de los libros, gracias a talleres donde encontrarán personajes e historias para hacer volar su imaginación.
Muchas familias buscan, por otro lado, en los cursos de idiomas en otros países una manera de viajar y aprender al mismo tiempo, de aprovechar el tiempo de ocio para instruir a sus hijos en unas materias fundamentales para su desarrollo posterior.
“Existe una tendencia, por parte de algunos padres, a intentar aprovechar el verano para iniciar una carrera hacia el éxito futuro de sus hijos”, señala Rosell. “Las vacaciones son un tiempo para compartir e, insisto, en el que la actividades que se programen deben de servir para compartir una pasión con otros niños o jóvenes”.
La psicóloga recomienda que “si bien puede haber un apartado de aprendizaje, como puede ser un idioma, lo ideal es que una actividad, bien un deporte o una clase de teatro o de danza, se imparta en el idioma elegido”, para que así se transmita sin la necesidad de sentir que se trata de un esfuerzo suplementario al realizado durante todo el curso.
Deben elegir
un punto importante es que los niños participen en la elección de la actividad, tanto si es preadolescente como si es un niño menor, de esta manera no verán que se les intenta ‘aparcar’ hasta que los padres estén libres.
“Si se les permite elegir, van a vivir mejor esta nueva actividad. Siempre que se tenga en cuenta el factor económico y organizativo, se les puede dar la posibilidad de elección, pero dejándoles claro que su opinión cuenta, pero no es la única. Tras la actividad es importante que hablen sobre el lugar que han ido y se les debe preguntar si les pareció interesante, qué aprendieron”, comenta Rosell.
La estancia de una semana o dos en una granja-escuela es de las actividades más recurrentes. Especialmente para los niños más urbanos. Aprenden a convivir en plena naturaleza rodeados de animales, adoptando otro tipo de costumbres y aprendiendo a ser más independientes.
El Palomar es una granja-escuela ubicada en la capital de España que, además, es un centro de recogida de todas las especies de animales protegidos que, por cualquier razón, llegan heridos, agotados o capturados ilegalmente, según explica su equipo técnico.
Creada hace 25 años, es un pequeño arca de Noé donde los niños dan de comer a ovejas o gallinas, llevan a los patos al redil o tienen contacto con vacas, ponies, cobayas y chinchillas, a las que pueden acariciar.
Los hurones pasan a ser como perros y gatos pero, además, los pequeños se encuentran con animales como aves rapaces, cacatúas, coatíes, armadillos o monos. También cuentan con huerta y otros talleres de actividades medioambientales, de transformación de alimentos y artesanales.
Laura Rosell ve este tipo de iniciativas muy positivas: “Creo que es bueno que los niños cambien de ambiente, que realicen una actividad, como puede ser una granja escuela, donde salen de su entorno habitual y tienen otros referentes adultos diferentes a sus profesores, que les descubren otras perspectivas”.
El campamento escolar Valle Verde, ubicado en Valle de Bravo en el estado de México DF, es una de las alternativas de ocio al aire libre. Entre sus objetivos están divertir y emocionar y que los niños aprendan y se enriquezcan con la experiencia.
En su ideario destacan que, cada una de sus actividades, “tiene objetivos concretos, y contribuyen al desarrollo de la persona en diferentes áreas. Por esta razón promovemos, motivamos y buscamos, siempre, que los acampantes participen en todas y cada una de ellas”, comentan sus directivos a través de su web.
Fútbol, tiro con arco, tiro con rifle, bici de montaña, voleibol, fútbol americano, hockey, esquí acuático, kayak, escalada en roca, aerobics, atletismo, además de talleres artísticos y artesanales, forman parte del programa.
La danza, música, juegos acrobáticos o el cuidado de las plantas, son algunas de las posibilidades que ofrecen otros campamentos.
Permita que su hijo elija, dentro de sus posibilidades, cuál va a ser su destino estival. /
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