4.9.11

La educación debe superar 3 trabas para ser inclusiva

Hasta hoy, salvo excepciones, en Bolivia, una persona con discapacidad debe acudir a escuelas de educación especial. Ésta “tiene un sentido de exclusión para las personas con discapacidad, porque los ponemos fuera de nuestro entorno, cuando lo correcto es incluirlos en la escuela regular” reflexiona María Oviedo, secretaria técnica de la Campaña Boliviana por el Derecho a la Educación.

Coincide con ella el viceministro de Educación Alternativa y Especial, Noel Aguirre, quien afirma que el objetivo es que cada vez más personas con discapacidad se formen en escuelas regulares. “No creemos que se deben crear más escuelas especiales, porque es una manera de segregar y discriminar, las escuelas especiales sirven para formación específica”.

Marcela Morales, directora del Centro de Investigación para el Desarrollo Socioeconómico (Cides), explica que sólo el 3% de los niños con alguna discapacidad asiste a una escuela regular y el 4% a centros de educación especial.

Las cifras dan cuenta de que 92% de los niños de este grupo no acceden a la formación inicial y preacadémica. Datos oficiales del Gobierno, dan cuenta de que en Bolivia hay 82.087 personas con algún tipo de discapacidad.

El término inclusión debe ser entendido, dice Oviedo, como un concepto global, que implique que las personas con discapacidad no sólo deberían poder asistir a las escuelas regulares, sino también ser parte de la sociedad en todo sentido.

Para cumplir con este objetivo, el reto inicial es romper con tres barreras: La primera, la formación de maestros con especialidad en educación para personas con discapacidad, que obtengan conocimientos del lenguaje de señas y el sistema Braille, entre otros, afirma Oviedo.

Al respecto, el viceministro Aguirre dice que 20.000 maestros se capacitan en el sistema Braille y 5.000 en lenguaje de señas. Además, desde 2010, en las normales se incluyó en la currícula la formación integral de docentes, que conocerán los cinco tipos de discapacidad que podría afectar a alguno de los estudiantes: intelectual, visual, auditiva, física, múltiple. “Podrán detectar las causas de la discapacidad, lograrán encaminar su atención, y realizarán las adaptaciones curriculares” explica Aguirre.

Oviedo, quien identifica como segundo escollo a superar la necesidad de contar con una currícula integral, añade a esta falencia la falta de material pedagógico. “Hay muy poca bibliografía traducida al sistema Braille, por los altos costos”, cita de ejemplo.

El tercer factor es que las unidades educativas carecen de la infraestructura adecuada para personas con discapacidad; “en las escuelas no hay baños adecuados y en la mayoría se tienen gradas”, sostiene Oviedo. En respuesta, Aguirre afirma que estos requerimientos serán atendidos a largo plazo, pero en su criterio es imposible prescindir de los centros educativos de educación especial porque éstos permiten, “que una persona con discapacidad tenga habilidades sociales, de relacionamiento”.

Oviedo y Aguirre coinciden en que el mayor reto es que la población incluya a las personas con discapacidad, por lo que se inició una campaña de sensibilización. “Hay familias que ocultan a sus hijos si tienen algún tipo de discapacidad y si los llevan a la escuela, profesores y alumnos los excluyen. Sienten que es un perjuicio, una lacra, la población debe tomar conciencia”, dice Aguirre.

Normas que no se cumplen

Bolivia tiene 191 normas que hacen referencia a la defensa de los derechos de las personas con discapacidad pese a ello, por ejemplo, no hay acceso pleno a la educación regular.


‘Voy a cumplir mi sueño de ser traductora de inglés’
Magda Burgoa pasó duros momentos en la escuela

“El primer día en la escuela, los estudiantes me temían, sentí que me miraban mal, no querían hablarme. Dejé el colegio a los 15 años porque se burlaron de mi condición, me hicieron mucho daño, eso marcó mi vida. Al cumplir los 16, fui mamá.

La materia más difícil de entender era matemáticas, porque el profesor dictaba las clases y escribía en la pizarra y yo no entendía nada, fue muy duro. Cuando un niño ciego, sordo o con discapacidad física llega a un colegio, los niños y los maestros deben reaccionar como con otras personas porque eso es lo que somos, con capacidades diferentes, pero iguales.

Recuerdo que en el colegio había profesores que no creían en mí, pero yo les demostré que podía salir bachiller, porque mis papás me motivaron mucho, creían en mí. El 2006 terminé bachillerato en Cema (educación para adultos), luego estudié repostería y ahora sueño con ser traductora de inglés, por eso estoy estudiando, además quiero ir a Estados Unidos a traer ayuda para otras personas con discapacidad. Quisiera que las familias no marginen a sus hijos, que los quieran tal como son y los motiven para que estudien y que no los vean como una carga porque el 95% de las personas con discapacidad se queda. Algunos los encierran pero viven su propio enclaustramiento por miedo”.

‘Hemos perdido la luz, no la capacidad intelectual’
Amilcar Castillo, invidente, obtuvo su título de politólogo

“Quizás antes de mi ceguera no habría tenido el reto de ser profesional, pero ahora soy politólogo. Me costó mucho esfuerzo y dinero, porque tenía que contratar a una persona que me lleve primero al Cema (educación para adultos) y luego a la universidad.

Cuando empecé fue difícil, porque tenía que comprarme los libros, pagar a un amigo para que me los lea y transcribir eso al sistema Braille para estudiar. Yo quedé ciego después de un accidente y, como todos, pasé momentos de frustración, depresión. Pero ahora me doy cuenta que todos los días debemos romper obstáculos, en la educación y en la vida.

Las infraestructuras y las barreras arquitectónicas de los colegios no son nada frente a la discriminación de otros estudiantes y al pénsum o a la currícula educativa que se aplica también para nosotros.

La Ley Educativa Avelino Siñani-Elizardo Pérez hace referencia a la inclusión, que es al revés: la educación debe adaptarse a las necesidades de las personas con discapacidad, pero no sucede así.

Y en la familia piensan que no podemos hacer nada, nos consideran tan inútiles que hasta nos quieren poner la cuchara en la boca, pero nosotros sólo hemos perdido la luz, no la capacidad intelectual, nuestros otros sentidos están intactos y podemos lograr nuestros objetivos”.

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