En estos momentos, las unidades educativas están pasando clases virtuales a los estudiantes a fin de evitar un desfase en el avance curricular. No obstante, en un rápido sondeo, se ha podido establecer que muchos profesores y un alto porcentaje de alumnos, sobre todo en el área fiscal, no cuentan con un teléfono celular de punta o con una computadora, con capacidad suficiente para el soporte de las videollamadas en grupo, sin mencionar la baja calidad de Internet y el costo adicional por el servicio para los padres de familia.
Las clases presenciales se suspendieron por la emergencia sanitaria que vive el país a causa de la pandemia del coronavirus. Ante la persistencia de la enfermedad contagiosa, el ministro de Educación, Víctor Hugo Cárdenas, lleva adelante el plan de reiniciar las labores educativas con clases virtuales a través de plataformas digitales y mediante la educación a distancia por medio de la radio y televisión.
Para eso, la autoridad anunció la firma de un convenio con el Ministerio de Comunicación para que más de 30 radios comunitarias y el canal estatal, Bolivia TV, adopten la modalidad de educación a distancia.
Hasta el momento unos 100.000 maestros, que forman parte del Sistema Educativo en los nueve departamentos del país, están instruyéndose en el programa de capacitación en herramientas para la educación virtual.
Del mismo modo, el ministro anunció que se elabora un reglamento para la educación virtual para que sean los mismos padres de familia quienes decidan qué plataformas y herramientas serán implementadas, según sus necesidades.
La cruda realidad
El escenario real es distinto a la teoría. Roxana Zúñiga Peralta lo vive a diario desde ambas veredas, pues es madre de familia y profesora a la vez.
Como madre, brega todos los días para que sus cuatro hijos tengan igual número de celulares habilitados para conectarse con sus maestros mediante Zoom. Reúne el de su esposo, el de uno de sus hijos, el de ella y se presta uno de su sobrina para asegurar la conexión de los chicos con sus docentes.
“Muchas veces tenemos problemas con los equipos para conectarlos. Hay días que no entra el Zoom, pues resulta que no todos los celulares habían aceptado esta aplicación. Entonces, tenemos que compartir el celular, cuando uno termina, le paso al aparato al otro, porque el horario en el colegio donde ellos estudian es desde las 7:00 a 12:15”, explicó Zúñiga.
En el papel de profesora, Roxana dice que se las ve negras porque, aparte que debe estar encima de sus hijos, tiene que estar conectada con sus alumnos en su computadora, por medio de la cual imparte clases de lunes a viernes toda la mañana. Todo ese ajetreo lo hace desde el único cuarto donde vive con su familia.
“De 7:00 a 9:00 paso con un curso; de 9:00 a 10:50, con otro; y de las 11:00 a 12:15 con el último curso. El cuarto donde vivimos es pequeño; en la mañana es una revolución, porque tengo que poner a mis hijos cerca mío, pues hay que dirigirlos”, señaló Roxana, que recibió capacitación en su colegio San Felipe antes de la pandemia.
El caso de Mitzy Carrillo Sánchez y sus hijos Édgar (8) y Noemí (5) es más penoso porque estos no están pasando clases remotas. El mayor cursa el tercero de primaria y la menor está en kinder en la escuelita fiscal 16 de Febrero, por el noveno anillo y avenida Montecristo, zona de la Pampa de la Isla.
“No están pasando clases virtuales. Cuando empezó la cuarentena, la profesora desarrollaba el tema y lo mandaba en una foto por WhatsApp y luego uno tenía que reenviar la tarea. En el kínder, compramos un texto para que la niña trabaje algo. Ahora, ninguna de las profesoras manda algo, no hay avance”, manifestó Mitzy.
“Escuché que van a dar clases virtuales. Si así fuera, yo no tengo celular, computadora ni internet para que mis hijos pasen clases. No tengo esa capacidad económica”, lamentó la madre de familia.
La otra cara de la moneda
La escuela infantil Jopoi (dar y recibir, en guaraní) ha gestionado de una buena manera el uso de la tecnología durante la cuarentena. Es el ejemplo ideal de lo que debería hacer la educación boliviana en estos tiempos.
Sus creadores definen a Jopoi como un ecosistema de aprendizaje dirigido a hacer realidad una escuela activa, abierta y conectada con el entorno y la comunidad.
Esta escuela, funciona hace 17 años. Empezó con el nivel infantil y, al crecer los chicos, se habilitó el nivel primario que ahora tiene, al menos, 25 alumnos y un equipo numeroso de profesores.
En el aula, en vez de clases hay asambleas, en las que los chicos exponen sus hipótesis y van madurando los temas más interesantes hasta convertirlos en proyectos. Toda esa labor se mudó al mundo virtual por el aislamiento, en el que los gestores han creado un lenguaje propio para interactuar con los alumnos.
“Para nosotros, la tecnología no es un coco, pero tampoco es el dios, es una herramienta. Ahora estamos trabajando para que los niños sean autónomos en las redes y lo estamos consiguiendo creando códigos para que puedan relacionarse. Es una maravilla, es una locura verse en pantalla, celebramos cumpleaños, hacemos taller de teatro, ha sido una linda oportunidad, un lindo reto, para seguir adelante y ver a nuestros niños felices. Están supercontentos, cada día quieren volver a conectarse”, dijo entusiasmada Katherina Rojas, directora del centro.
No es de la noche a la mañana
A decir del profesor Édgar Lora, escritor y licenciado en Ciencias de la Educación, tomará un buen tiempo el proceso de reprogramar la educación. Calcula que se tardará unos seis meses hasta que los docentes puedan manejar adecuadamente las aplicaciones, los
audios, la imagen, el power point, las estadísticas, etc.
Consideró que el proceso lleva tres frases. La primera, el aprendizaje por parte los maestros en el manejo de la tecnología; la segunda, y la más terrible, para él, es la adquisición de los equipos; y la tercera, la creación de contenidos educativos para cada una de las tres plataformas.
“No es nomás decir que voy a preparar una tareíta en mi casa y mandarla a la improvisada a los alumnos. Tengo que preparar los contenidos y decir, este tema lo manejo en power point, este tema lo mando en video o este tema lo encontré en un link y se los paso”, expresó Lora.
Para elaborar contenidos y pasarlos a distancia, requiere de mucho tiempo y que el Ministerio de Educación arme un equipo para producirlos y que, a partir de ahí, cada colegio aumente, quite o acomode, conforme a la realidad o a la región, añadió el educador.
Sobre la necesidad de que el Gobierno dote de equipos al binomio docente-estudiante, Lora señaló: “A lo mucho, la agente cuenta con un celular. El padre o la madre, que en este momento están trabajando desde sus casas, necesitan la computadora, pero también la precisa el hijo que está en la universidad y el que está en el colegio”.
“La mayoría de los profesores pasan clases donde están cocinando o planchando. Debería haber un cuarto especial en la casa, donde la profesora pueda trabajar con tranquilidad, no que viene una hijita y se le cuelga del brazo o el marido pasa chuto por la pantalla”, exageró Lora.
Propuesta de la DDE cruceña
Gilberto Molina, director departamental de Educación de Santa Cruz, ve complicado el arranque de las clases virtuales y a distancia y augura ‘mil problemas’ por la falta de equipamiento y de internet gratuito. Por lo que propondrá reiniciar las labores educativas en julio o agosto. También tiene la propuesta de clausurar el año escolar 2020 e inaugurar el 2021 en septiembre.
“Hemos hecho una encuesta y el 40% de los estudiantes no tiene un buen celular para trabajar desde sus casas y el 70% y no tiene computadoras, sin mencionar el wi fi”, indicó Molina y añadió que solo un 30% de los maestros tiene computadora (dotada hace 10 años por Evo Morales), pero ya no reúnen los requisitos actuales.
En opinión de Molina y, según dijo, de varios directores distritales, lo más factible es volver a las clases presenciales cuando se controle la pandemia.
Planteará al Ministerio el retorno de los estudiantes de secundaria de forma escalonada. Si son 30 alumnos en un aula, que 10 asistan el lunes; 10 el martes y 10 el miércoles en los distintos cursos para evitar aglomeraciones.
“Soy pesimista en el reinicio de las labores escolares. Lo que está haciendo el ministro (Cárdenas), está bien, intenta salvar el año escolar. Hay que tratar de salvarlo hasta agosto. Otra salida sería clausurar el año escolar ahora y abrir una nueva gestión en agosto o septiembre”, apuntó Molina, que considera que el Ministerio de Educación debe emitir una norma que ampare para desarrollar las clases virtuales.
Entretanto, la posibilidad de acceso a las aulas virtuales va marcando diferencias entre los alumnos y también se convierte en un desafío para los maestros. Quizás no todos pasen la prueba.
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