"Él es uno de los profesores más respetados del colegio. Cuando ingresó, algunos se hacían la burla; en el curso había chacota y no le hacían caso, pero eso cambió. Él se ganó nuestra admiración, porque es un ejemplo”, contó Daniel Nina, vicepresidente del sexto A de secundaria del colegio técnico.
Su compañero y presidente del curso, René Soliz, añadió que a raíz de esas primeras faltas, los estudiantes se reunieron para analizar la unidad que debe imperar en el aula y el respeto que le deben a su profesor de educación regular.
"Ahí hablamos de cómo valorar su trabajo, porque estamos conscientes de que, pese a tener la discapacidad visual, nuestro profesor surgió, luchó por la vida y ahora es un profesor con mucha fortaleza”, dijo René.
La clase de música
Cuando brinda clases teóricas, el profesor recurre a una ayudante. Su colaboradora, Rocío Quía, dibuja el pentagrama en la pizarra, mientras el maestro enseña las notas de forma oral.
"A ver, jóvenes, vamos a afinar la voz”, dice el profe Lucía mientras pasea en el aula hasta que toca con el pie el estuche de su acordeón. Saca el instrumento musical y empieza a entonar las notas musicales: "Dooo, reee, miii, faaa, solll, laaa, siii (...)”.
En seguida todos los jóvenes que hablaban distraídos atienden y se concentran en la clase.
El colegio técnico Franz Tamayo es el tercer establecimiento donde el profesor Lucía dicta clases, desde que inició su labor docente, hace 11 años.
"Comencé a trabajar en 2003. Primero en la escuela Juan Pablo II, de Don Bosco, como profesor interino; luego hice los cursos del Programa de Profesionalización para Maestros Interinos (PPMI). Después pasé a la escuela Armada Boliviana y éste es mi segundo año en este establecimiento”, afirmó el profesor.
Recordó que en el primer colegio donde trabajó todos los estudiantes le respetaban, no le hacían renegar y tenían mucha disciplina. "Por eso no tenía que llevar una asistente, pero ahora debo hacerlo. Los jóvenes de secundaria no son iguales a los de primaria”, afirmó Lorgio.
Contó que cuando debutó en la docencia, para enseñar el pentagrama usaba una tela dibujada con esta figura que tenía un alto relieve. Ahí colocaba con scrash las figuras de las notas musicales. Ahora no tiene necesidad de hacerlo, porque su asistente lo dibuja en la pizarra.
"Ella también controla que todos los estudiantes no hagan otras actividades que no sean de mi materia”, dijo.
Qhía además se encarga de ver que los estudiantes no hagan "chanchullo” durante los exámenes escritos, que no son muchos, porque "la mayoría de las pruebas son orales”.
"Basta querer aprender”
Aunque dulce y tranquilo, el maestro Lucía demuestra cuando no está contento con sus alumnos. "En algunos momentos mis compañeros se salen de clase o juegan y el profesor muestra su molestia poniéndose serio. Si es así, todos le tenemos que brindar toda la atención”, comentó el estudiante Nina.
Soliz añadió que si la chacota sigue, el profesor se calla y no da clases. "Ahí el silencio llena el aula y le pedimos disculpas al profesor”, relató, tras asegurar que sus compañeros de curso ya conocen el carácter de Lucía.
El maestro de música siempre dice a sus alumnos: "No necesitamos poner disciplina, el que tiene deseos de aprender lo hace”.
Para la estudiante Yéssica Rada, su maestro tiene el oído muy agudo. "Un día estaba en otro curso y el profesor estaba en esa aula. Pese a no ver me reconoció y me dijo: ‘Yéssica, ¿qué haces acá?, éste no es tu curso, vete al tuyo’. Me sorprendí, creí que ni se percataría de que yo estaba allí”, contó la joven de sexto.
Mélani Ugarte, otra de las estudiantes del curso, cree -como sus 35 compañeros- que el profesor Lorgio les enseña a ser mejores personas cada día.
"El profe Lucía viene dispuesto a enseñarnos, porque en cada lección da alma, vida y corazón”, dice la estudiante, quien adelanta que el viernes Lorgio será homenajeado especialmente por el Día del Maestro.
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