La investigadora Ginelda Carrillo informó que los alumnos de primero y sexto de secundaria confirmaron que el uso de "malas palabras” se ha vuelto común dentro de los colegios; sin embargo, hicieron notar que son cuidadosos cuando las emplean. "Saben en qué ocasión y sobre todo con quiénes las usan”, dijo.
Entre los vocablos más comunes están: "carajo, perra o perro, entre otros”.
El estudio se basa en 125 entrevistas a estudiantes varones y mujeres de cuatro establecimientos fiscales de varios distritos de la urbe alteña.
A decir de la investigadora, el uso de estos términos es más común entre los varones, quienes los utilizan ya sea para confraternizar, insultar, para defenderse o como un simple recurso del lenguaje que no llega a ser considerado una palabra agraviante para los otros compañeros.
"Yo creo que depende del tono de voz o con la ironía que lo diga. Si le digo ‘carajo’, así no más, no ofende, pero si le dijera gritando se lo interpretaría de otra forma”, comentó un estudiante. Incluso otro contó que a veces se lo usa con cariño "vení, carajito”.
En el caso de las estudiantes mujeres, muy pocas recurren a esta dicción, porque consideran que es de mala educación.
Aunque otras resaltan que "una palabra será considerada mala dependiendo del contexto” en que sea mencionada y el énfasis conque se la emplea. "Para ellas la palabra en sí no es mala, mucho dependerá cómo se la haya dicho”, señala el informe.
De acuerdo con la pedagoga Lisset Coronel, el uso de este lenguaje entre los estudiantes refleja una falta de valores.
"Son palabras groseras que no las deben tomar en cuenta en su lenguaje” precisó, aunque justificó que es habitual que los adolescentes recurran a estas expresiones para ser aceptados.
El estudio también indica que hay grupos de estudiantes que modifican los vocablos, aunque no el significado como: arroz es igual a zorra o rro-pe a perro. O la frase "besa mi pobre corazón”.
Prefieren que los conflictos se resuelvan
Los estudiantes mencionan que prefieren que los conflictos se resuelvan entre ellos y no intervengan los adultos o los maestros, según destaca el estudio titulado "Juegos, Palabras e Interacciones Estudiantiles”, hecho por el Centro Boliviano de Investigación y Acción Educativas (Cebiae).
De acuerdo con la investigadora Ginelda Carrillo, los conflictos pueden ser verbales cuando existen insultos; físicos cuando también hay golpes, empujones, o por malentendidos, cuando suponen que interpretaron mal alguna actitud o un punto de vista. "Si el conflicto es de varones, éstos prefieren que sean resueltos entre ellos, porque no quieren agravar la situación, ya que al final sólo la pelea se puede resolver y no se pierde la amistad”, señaló la profesional.
Carrillo explicó que cuando un docente o los padres de familia son parte del conflicto, muchas veces se lleva a que la institución tome otras medidas y eso perjudicará a sus compañeros.
En tanto, las mujeres dicen que con una pelea se rompe la amistad definitivamente.
Los apodos
Estudiantes De acuerdo con el estudio, los adolescentes ponen apodos a sus compañeros por sus apellidos, las actividades que realizan o por su apariencia física.
Apodos Por la actividad, si los padres de un estudiante venden cebolla le dicen cebollero. Por su apellido Kauna, le dicen huevo, en alusión a que k’auna en aymara significa huevo. Por su apariencia física, por ejemplo a una flaquita le dicen liguita, ya que es delgada.
Lugares de esparcimiento El informe resalta que, según los jóvenes, en las unidades educativas faltan espacios y tiempos de conversación sobre temáticas que les incumban y beneficien. Los asuntos más comunes son los de índole personal.
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