Padres de familia en El Alto hacen trabajos de albañilería desde el pintado de muros hasta el colocado de empedrados en las unidades educativas de sus hijos y en sus barrios. El 95% de la mano de obra gratuita, voluntaria u obligada es proveída por mujeres.
Los involucrados igual dan aportes económicos, de acuerdo con las necesidades y requerimientos, para que algún obrero contratado construya muros o realice obras que necesiten la vecindad o el colegio.
Las experiencias que recogió La Razón en escuelas de El Alto y en zonas de la ciudad revelan que los trabajos más recurrentes en la actualidad son el pintado de paredes de aulas y fachadas de colegios, y el arreglo de los pupitres, mesas y sillas individuales.
Evaluación. Sin embargo, hace años los padres y madres hacían todo tipo de construcciones, que incluían muros y aulas íntegras. Una característica peculiar es que el 95% de los ciudadanos que dan su mano de obra de manera gratuita, como un aporte voluntario y a veces obligado, son mujeres, así lo confirmaron directores, profesores y vecinos de los barrios visitados por La Razón.
El aporte de los progenitores, a diferencia de otras ciudades, es posible por la vigencia de organizaciones sociales fuertes: en el caso de los colegios, las juntas escolares, y en los barrios, las juntas vecinales. Estas asociaciones tienen mecanismos de control como el pago de multas para las personas que incumplan con las determinaciones.
Tanto en los colegios como en las zonas, lo primero que hacen los padres de familia organizados es una evaluación de las necesidades del lugar y con base en ello determinan qué obras pueden ser ejecutadas por ellos.
El presidente de la junta escolar, por ejemplo, comunica a todos que se debe hacer un determinado arreglo. “Nos piden cuotas para el pintado, generalmente es de tres bolivianos por alumno, aunque a veces acordamos que solamente sea por papá o mamá”, explicó Antonia Huanca, madre del colegio Senkata Pucarani.
Una vez que se reúne el dinero, algunos progenitores ofrecen sus servicios. “Pero solamente si es de pintado o arreglo de bancos, e incluso se cambian vidrios; pero si se trata de obras más grandes como levantar muros, aulas, techados, entre otros, se contrata albañiles y a veces entre los padres existe este tipo de trabajadores”, detalló Mariana Apaza, directora del colegio San Andrés. Las experiencias que recabó La Razón dan cuenta de todo tipo de tareas encomendadas.
Los progenitores de la unidad educativa Libertad de las Américas, según su director José Luis Rollano, colocaron con sus manos el empedrado de ingreso a las aulas de nivel inicial, hicieron el cementado de una cancha de futsal y el adoquinado de un sector del patio.
En este último aporte, los adoquines no están nivelados. “Los padres han determinado hacer el enlosetado de todo el patio, lo hacen con mucha voluntad y cariño a sus hijos”, justificó el director.
En el colegio Martín Cárdenas explicaron que los padres son llamados a reunión de limpieza durante los fines de semana. “Es parte de un trabajo comunitario que tiene como objetivo involucrar a los papás en la necesidad del colegio y de sus hijos”, aseguró Hugo Estrada, de la junta escolar.
Una similar organización existe en las juntas vecinales, donde el presidente y los miembros de la directiva, después de haber hecho una evaluación de necesidades, piden un aporte económico.
“De esa manera hemos empedrado y nivelado calles y arreglado jardines”, relató Alcira Escóbar, vicepresidenta de Chijimarca en el Distrito 8 de El Alto. Mientras que en el barrio Cristal I del Distrito 8, antes de su aniversario, el 21 de marzo, los habitantes acotaron para hacer nivelar la avenida principal con un tractor, luego se agruparon por cuadras y limpiaron las calles adyacentes.
En anexo Rosas Pampa sucede algo similar porque según Andrés Choquetarqui, vecino y exdirigente, “no todo lo que queremos lo puede pagar el municipio; la cantidad de recursos del Plan Operativo Anual (POA) por barrio es mínimo y no alcanza para enlosetar más de cinco cuadras”.
Hace años, el aporte de los progenitores incluía inclusive construcciones, como en el colegio Libertad de las Américas, donde su director relató que hace 12 años los padres levantaron con sus manos dos aulas, aunque éstas son más pequeñas que las construidas por el gobierno local.
Respecto al mayor aporte de las mujeres, el 95% de la mano de obra gratuita, fuentes indicaron que este fenómeno se da por razones de trabajo. “Hay un mayor interés en ellas para mejorar la situación de sus hijos en los barrios y en las escuelas, pero hay que entender que los papás están laburando en otros sitios y no pueden acudir a reuniones y obras comunitarias”, dijo Felipe Paucara, exdirigente de Rosas Pampa en el Distrito 1.
Las multas son para el material
Sanción
Las juntas escolares de las unidades educativas fiscales cobran una multa a los padres de familia por la inasistencia a los trabajos comunitarios; ésta va desde Bs 20 hasta Bs 50, dependiendo del trabajo.
Fondos
El dinero, explicaron progenitores, se encuentra destinado para el arreglo de vidrios, la compra de material como pintura, estuco o cemento. Las tareas de arreglo se las programa a inicio de la gestión escolar, entre febrero y marzo.
‘Alteños quieren vivir mejor’
Eynar Cajías, director del Programa Zonas Dignas con Altura, aseguró que la cercanía con los vecinos le dio una nueva perspectiva. “Lo que parece interesante en los trabajos que se han ido efectuando, a través de la Alcaldía y los habitantes en trabajo por alimentos, es que la mayoría de las obras las hacen mujeres, pero también ponen voluntad de aprender y aportar a la ciudad con su mano de obra. El vecino alteño quiere vivir mejor”.
‘Trabajé como padre’
El director de la unidad educativa Libertad de las Américas, José Luis Rollano, sostuvo que su experiencia como padre de familia y docente le ayudó a ver el cambio. “En el colegio de mis hijos trabajé levantando muros, es lo que se hacía antes; después, con los años, vemos cómo los papás aportan con obras más livianas. Se está exigiendo un compromiso de las autoridades para que brinden buenas condiciones de infraestructura en los colegios”.
‘No había nada en la zona’
Alcira Escóbar, vicepresidenta de Chijimarca en el Distrito 8, indicó que cuando su familia llegó a la zona alteña hace más de 12 años, ésta no contaba con luz artificial. “Nos hemos organizado por nuestros hijos, para que no estén en la oscuridad, para que salgan a jugar a la calle o a una plaza. Los vecinos hemos empedrado la avenida principal, hemos ayudado a construir los cordones de acera y las jardineras de la plaza. También hicimos limpiezas”.
‘Aporte varía según el sitio’
Miriam Apaza es directora del colegio San Andrés, en el Distrito 1, y relató que el trabajo que aportan los padres varía según el sector. “Por ejemplo, en las zonas alejadas ellos hacen el laburo con sus manos, hacen de albañiles y otras tareas; mientras que en colegios más céntricos aportan con dinero para que un albañil haga la obra. En lo que coinciden todos es que se reúnen para hacer la limpieza de las unidades educativas”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario