Y remata, “antes el docente enseñaba un determinado tema, ahora lo que tiene que hacer es ayudar al alumno a encontrar su propio tema, dentro de toda esa turbulencia informativa uno que realmente le sirva”.
Convencido de que el uso, en esta época, de tecnología y medios digitales en el aula como instrumentos centrales en la formación del alumno, Piscitelli también es escéptico y asegura que en Latinoamérica en general, además de la falta de motivación, lo que no funciona es el modelo de producción de conocimiento. “Con las computadoras o sin ellas, siempre es la misma idea: un currículum prefijado, un docente que sabe, viene y recita”.
Piscitelli estuvo en Cochabamba, acompañando el evento denominado "BootCamp: Formación de formadores" que se realizó colegio San Agustín del 8 al 10 de agosto. Se trata de un proyecto de la Fundación Educacional San Agustín (FESA) y auspiciado por el Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social (Ceres).
Antes de su partida el especialista argentino, profesor titular del Taller de Procesamiento de Datos, Telemática e Informática, en la carrera de Ciencias de la Comunicación, UBA y coeditor del diario online Interlink Headline News (ILHN), concedió una entrevista a Los Tiempos.
—¿Cuáles son las innovaciones que puede dar la tecnología digital al proceso de formación educativa de niños y jóvenes?
—Todo este mundo digital ya tiene varios años y nos preguntamos ¿cuándo empezó todo? Estamos en medio de la tempestad, de la turbulencia y los cambios. No se puede decir con exactitud empezó tal o cual día. Han pasado cosas en los años 80, 90 y en 2000.
Aparecen las computadoras personales, en los 90 los primeros esbozos de Internet. En 2000 la banda ancha y eso en términos de tecnología e infraestructura. Ahora, en 2013 tenemos las redes sociales. Esos son como los grandes momentos que importan porque todos van en torno a la masificación y la masividad.
Cuando uno habla de una escuela que tiene 1.200 computadoras está bien. Pero cuando uno sabe que hay 1.200 millones de personas conectadas al Facebook, o que hay 2.500 millones de personas conectadas en Internet o de que hay 5.000 millones de celulares, estamos hablando de otra cosa.
Entonces se da este impacto de todas estas modificaciones que toca a todos los ámbitos, desde el comercio electrónico, el turismo, la tecnología y mucho más en la educación.
La educación siempre ha tenido contacto con la tecnología, en una época se hablaba de video en la escuela, luego se hablaba de la radio en la escuela, en otra época de las pizarras electrónicas. Pero ahora estamos hablando de recursos masivos, que afectan a todos, y las escuelas y el sistema educativo reaccionan lenta y parcialmente.
En el caso boliviano sé que el Gobierno ha repartido 200 mil computadoras a los docentes; en el caso de Argentina se ha repartido 300.000 computadoras para los alumnos. Se ve más el tema de la conectividad que es importante. No se ven otros problemas asociados que tienen que ver con los perfiles de los docentes, con las nuevas formas de ver el currículo tradicional.
No se analizan temas sobre cómo cambia la demanda del alumno. Trabajando con estos 35 docentes que han venido de distintas partes de Bolivia para participar de este BootCamp tratamos de generar un núcleo muy pequeño, muy de élite, pero que vaya creciendo y se vaya perfilando y que vaya contagiando a la gente.
La idea es que la tecnología no sea un simple cosmético, sino que produzca verdaderas transformaciones profundas porque la educación lo necesita, está muy golpeada y hay un divorcio creciente entre estudiantes y docentes.
—¿Hay experiencias en educación concretas que se hayan consolidado con el uso de tecnología digital?
—Claro que sí, y muchas. No es necesario mirar a Estados Unidos o Europa para conocer estas experiencias. En América Latina hay experiencias importantes. En este momento en el municipio de San Pablo (Argentina) hay un proyecto que lleva adelante una persona que trabaja desde hace tiempo en este tema con 800 docentes.
En Colombia y Uruguay se trabaja desde hace tiempo.
—En un momento en que los estudiantes tienen mucha facilidad para tomar conocimiento en la red, ¿qué es lo que tiene que hacer el docente para revalorizar su pedagogía en el aula?
—El conocimiento explota, justamente una de las novedades de este momento histórico es que se puede acceder con facilidad al conocimiento. Antes había escasez de conocimiento, pocas bibliotecas, pocos libros, todo costaba más. Ahora no. Hay información de todo lado, hay una sobre abundancia de información. Se habla incluso de intoxicación informativa.
Antes la función de docente era que se distribuyera e hiciera circular el conocimiento. Era prestar sus libros, era concentrar la pedagogía en una figura importante. Ahora es al revés, el papel del propio docente no es encontrar la pepita de oro, sino tamizar, jerarquizar y hacer un trabajo de acompañamiento.
—Las redes sociales, como el Facebook por ejemplo, ¿cómo se pueden usar en procesos educativos?
—Es muy complejo, es una de las preguntas más difíciles de contestar. Porque la red social, es una red social, como tal no tiene una función educativa. De que se puede hacer un uso educativo se puede, pero no se puede reducir el uso de la red social a lo educativo.
Entonces hay que convivir e imaginarse hasta qué punto se puede estirar el uso educativo como para que al chico le siga pareciendo interesante y siga siendo el espacio de sociabilidad más importante que tiene en este momento.
Hay docentes que se molestan cuando el chico está en la clase, en vez de prestar atención está chateando con sus amigos. Hay padres que se quejan porque sus hijos no los aceptan como amigos en el Facebook. Hay lugares en los que no se entiende por qué tienen que haber computadora dentro del aula y mucho menos uso de redes sociales.
Es una cuestión muy compleja, que exige mucho de la formación del docente. De repente es difícil controlar o moderar su uso. Creo que es muy complejo; sin embargo, nosotros hemos hecho uso de Facebook en la escuela secundaria y los resultados han sido maravillosos.
LA DISTANCIA GENERACIONAL ENTRE EL PROFESOR Y EL ALUMNO
*Alejandro Piscitelli
Hay una vieja discusión en torno a si los chicos de hoy son más o menos inteligentes que los de 20 ó 25 años atrás. En realidad, es una pregunta casi psicoanalítica narcisista: ¿soy más inteligente o no que mi hijo? El lenguaje de los adultos es muy despectivo frente a los chicos, es muy defensivo. Se sienten amenazados por el mundo de las pantallas. El docente vive una gran distancia generacional, experimenta una distancia cultural, pero al mismo tiempo ve cómo se le escurre el poder porque el chico no escucha, o se pone los auriculares del MP3 o se manda mensajitos de texto a escondidas con otro compañero. El desinterés por lo que pasa en las aulas es cada vez más grande, el divorcio se va ampliando. En relación a este tema hay enormes hipótesis y respuestas simplistas. Una que se intentó y no funcionó fue poner computadoras, televisión, Direct TV, cine, en las aulas para que el chico se enganche. Esa es la historia de la tecnologización de Estados Unidos, que pasó de tener hace más de 20 años 150 alumnos por PC a una relación de 1 a 1 o de 2 a 1 en muchos lugares en la actualidad.
Si se toman los test estandarizados, los resultados son ahora peor que antes. Pero tomar ese parámetro es una estupidez, no es muy útil porque en realidad están hechos para medir ciertos otros aprendizajes. Se podría pensar que el uso masivo de la computadora en el aula tiene que haber hecho que haya más interés de parte de los chicos. Pero no, porque tiene que ver con cómo y para qué entra la computadora, es decir, para qué la uso y cuál es el diseño de espacio áulico. En primer lugar, a las PC las metieron en laboratorios de informática. Pusieron 20, por ejemplo, y cada chico usa una, 40 minutos por semana. Si además el chico es de clase media/alta tiene computadora en su casa. Ese chico no va a querer ir al laboratorio de computación si en su hogar puede hacer muchas más cosas. El laboratorio fracasó. También plantearon poner la PC en el aula, como hizo la ciudad de Buenos Aires durante la gestión de Daniel Filmus como ministro de Educación, en un plan piloto que se implementó en un porcentaje de escuelas y en un grado determinado.
*Fragmentos de una entrevista en Página 12: http://www.pagina12.com.ar/diario/dialogos/21-128140-2009-07-13.html
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