“Profesora: mediante la presente le solicito cambiar el diseño de la alfombra que realiza mi hija para que podamos darle más utilidad en la casa. Queremos que sirva para colgar en la pared fotos familiares”.
La profesora me respondió:
“Señor padre de familia, por favor venga a la entrevista el jueves a las 5:10”.
Mi pequeñita, de tercero de primaria, me contó que además la profesora le ordenó que no avance más con la labor que estaba haciendo.
Me resistía a creer que mi nota hubiese ameritado tal citación. Incluso quise creer lo que me dijo otra de mis hijas: “Tal vez quiere saber qué diseño quieres hacer para enseñarlo a los otros niños”.
La misión de convencer
Fui preparado para dar batalla, pero tras esperar casi una hora disminuyó mi ímpetu. De las tres profesoras que estaban recibiendo a los padres de familia, era la única que tenía una larga fila. Entonces el problema no era sólo conmigo.
La saludé muy atentamente y le explique mi idea. Ella replicó:
- Si yo le voy a dar a ella otro trabajo entonces van a querer cambiar todos el trabajo, así son los niños.
Insistí. Le expliqué que el diseño no iba a ser tan diferente, que como me regalaron fotos en el Día del Padre yo quería aprovecharlas y ponerlas en la tela para que “sea útil”.
Me replicó:
- Todos los trabajos que hacemos son útiles (¡Uhh! creo que metí la pata, debo arreglarlo, pensé).
- Digo útil para nosotros, para la casa. (Definitivamente no sirvo para arreglar mis deslices,dije para mí mismo).
Finalmente aceptó el cambio del diseño, con la condición de que la pequeña trabajara en clases, insinuando que en casa nosotros hacíamos las labores de nuestras hijas.
Al volver a casa le dije a mi hija que todo estaba solucionado, que continúe con su labor (puso manos a la obra inmediatamente) y que en clases demuestre su habilidad a la profesora.
No sé si es casualidad o no, pero en la siguiente clase a mi hija fue a la única que no llamó para que le mostrara el trabajo como examen. Pediré una explicación y si no es satisfactoria iniciaré esta vez una pelea.
Les comento este incidente para mostrar que, en general, los profesores no son flexibles en sus metodologías de enseñanza, no incentivan la creatividad y originalidad de los estudiantes.
Las excepciones
Para ser justos, también debo decirles que hay algunos profesores que se salen del molde. Un profesor de música dio como trabajo a sus alumnos el inventar instrumentos musicales originales, trabajo al cual se aplicaron diez veces más que a aprender un himno. Otra maestra de literatura exigió que los folders debían parecerse a cualquier cosa menos a un folder. Logró así que aparecieron folders en forma de flores, animales u objetos.
De la época colegial me acuerdo con especial cariño del profe Almendras de literatura. Él incentivaba a sus alumnos a expresar sus ideas y sus sentimientos de varias formas. Una de sus técnicas preferidas era el fotolenguaje. Nos mostraba una foto y nos daba de tarea escribir lo que la imagen despertaba en nosotros. Era interesante escuchar cuántas cosas diferentes e interesantes leían los compañeros del curso.
Para mí la escuela debería ser como un laboratorio de donde los estudiantes salgan más con hábitos y actitudes que con conocimientos concretos. Una de las conductas que incentivo es la de hacer las tareas con originalidad y con los recursos que se tengan a mano, lo cual es muy difícil ahora con la ayuda que tienen de internet y de decenas de artilugios que hacen más cómodo el estudiar (desde las témperas en formato de lápiz hasta las carátulas ya dibujadas). Pero antes o ahora, y aunque digan lo contrario, creo que es en las materias de matemáticas y de álgebra en las que está más presente la originalidad; al menos a mí, y ante un mismo ejercicio, nunca me salía el mismo resultado.
Para mí la escuela debería ser como un laboratorio de donde los estudiantes salgan más con hábitos y actitudes que con conocimientos concretos.
Marcelo Paredes LastraPatayperro
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